Hace unos cuatro mil años, en algún lugar de Medio Oriente - que no sabemos dónde ni cuándo, exactamente - un escribano hizo un dibujo de una cabeza de buey. La imagen era bastante sencilla: una cara con dos cuernos. Sus formas se hicieron más angulosas, giró a un lado y por último se dio la vuelta, de modo que ahora descansa sobre sus cuernos. Hoy en día ya no representa una cabeza de buey, ni siquiera una consonante.
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Sí él lo dice...