Hace 13 años | Por pablicius a online.wsj.com
Publicado hace 13 años por pablicius a online.wsj.com

Las agencias que controlan el plan de austeridad griego impuesto por la CE, el BCE y el FMI están suficientemente satisfechas con sus progresos como para recomendar la entrega de 9.000 millones de €, el siguiente plazo del paquete de rescate de 110.000 millones. Pero claro, para llegar a esa conclusión, la única posible para aquellos con intereses políticos en la continuidad del euro, las autoridades tienen que ignorar una serie de desagradables realidades. La mayor de todas, que Grecia sigue teniendo la sartén por el mango.

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TODO ESTA BIEN EN GRECIA. SOLO HAY QUE IGNORAR ALGUNOS HECHOS

Así que todo está bien. Las agencias que controlan el plan de austeridad griego impuesto por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional están suficientemente satisfechas con sus progresos como para recomendar la entrega de 9.000 millones de €, el siguiente plazo del paquete de rescate de 110.000 millones que estableció la eurocracia y el FMI. Pero claro, para llegar a esa conclusión, la única posible para aquellos con intereses políticos en la continuidad del euro, las autoridades tienen que ignorar una serie de desagradables realidades.

Lo primero, Grecia sigue dependiendo del paquete de ayuda porque el mercado no le da suficiente credibilidad como para financiarse a tasas razonables. El mercado tiene estándares más altos que la CE, el BCE o el FMI, y no tiene motivos políticos para mostrar tolerancia. “No esperamos volver a los mercados pronto” dice Poul Thomsen, el jefe de misión del FMI en Grecia. La alternativa es un rescate continuado, o reprogramación, o reestructuración. Usen el eufemismo que prefieran.

No sorprende, dadas algunas de las realidades que los controladores tienden a minimizar. Regiones y ayuntamientos siguen gastando el dinero que no tienen. La evasión fiscal de las rentas altas continua, con las autoridades hasta ahora siendo incapaces de poner en orden su sistema recaudatorio, o de enfrentarse a la amenaza de la fuga fiscal. Los dueños de yates, que ostentaron su riqueza en la juerga semestral bañada en champán de Posidonia, están listos para exiliarse al sur de Francia si el gobierno intenta hacerles pagar los impuestos. Incluso a soportar el menos agradable clima de Londres.

No es que los ricos no estén afectados por los problemas del país: PropertyWire.com dice el precio de un piso de 400 metros en el elitista suburbio ateniense de Ekali ha caído a la mitad, 2 millones de €, un descenso propiciado por el anunciado incremento del impuesto sobre bienes inmuebles.

Luego están los bancos. Su capital cae y su morosidad sube, ambas tendencias acelerándose con la predicha caída de la economía del 4% este año. Y si la temporada turística va mal, como se espera (las imágenes en la tele de los disturbios en Atenas y las amenazas terroristas están reenviando a los que quieren un poco de relajación a Turquía y España), la predicción del 4% de caída puede quedarse corta: el turismo es el 15% del PIB griego. Finalmente, la recuperación de la eurozona, impulsada por las exportaciones alemanas, puede pasar de largo en Grecia, que tiene poco que venderle a los alemanes.

Si el contribuyente alemán rechaza financiar el rescate griego, la bancarrota será inevitable. Y ese rechazo podría llegar si lo que Federico Sturzenegger y Jeromin Zettelmeyer, profesor de la Universidad Torcuato di Tella en Buenos Aires, y director de estudios políticos en el Banco Europeo de Construcción y Desarrollo llaman “esqueletos” son exhumados. En su extenso estudio, los autores señalan que esos esqueletos (deuda no contabilizada en los libros de los gobiernos, tales como obligaciones con las pensiones, o avales para contingencias específicas) tiene la costumbre de aparecer en épocas de crisis.

Aún así, hay motivos para el optimismo. Como señalan Sturzenegger y Zettelmeyer, “las crisis son catalizadores de las reformas”. Si eso es verdad en Grecia, el gobierno podría aprovechar esta crisis para algo, y poner su fisco en orden.

Pero el tamaño del reto es desalentador. La austeridad se llevará sobre el 10% del PIB, con lo que eso significa en empleos. Y aun así, Grecia seguirá siendo inmanejable en términos de deuda y de intereses que pagar.

Por suerte para Grecia, en la negociación entre los rescatadores y los rescatados, tiene la sartén por el mango. El coste de la bancarrota griega es relativamente trivial en comparación con el coste que supondría para sus acreedores, en su mayor parte bancos europeos con pocas ganas de anotar pérdidas en los balances. Y el coste político de haber sido incapaz de estabilizar a uno de sus miembros más minúsculos es inaceptable para la eurocracia. Por no mencionar la capacidad de otros países mediterráneos de continuar sus recientes progresos en los mercados financieros internacionales.

Así que el gobierno griego podría decidir, si lo cree necesario, plegarse a la ira pública y renegar de las promesas de austeridad, transfiriendo el coste de su pasada prodigalidad a los contribuyentes alemanes, y de otros países europeos. El 95% de la deuda griega está emitida en Grecia, y es por tanto susceptible de que se le apliquen leyes de inmunidad nacionales, lo que reduciría las opciones disponibles para los acreedores descontentos de ponerse en fila para cobrar.

No piensen que los políticos griegos no son conscientes de la poderosa posición que tienen frente a sus colegas europeos y frente a acreedores descontentos con el acuerdo que les van a proponer en lugar de un reembolso completo de la deuda. Sería comprensible que decidieran que contribuyentes europeos descontentos, o acreedores a los que no les sale la cuenta, son menos malos que los votantes griegos furiosos.

W

No solo hay que cerrar los ojos, sino taparse la nariz con un pinza para no oler la corrupción.