Hace 12 años | Por Flkn a angelrls.blogalia.com
Publicado hace 12 años por Flkn a angelrls.blogalia.com

Aunque no nos lo parezca a primera vista, nuestra vida cotidiana está repleta de términos que provienen de la Astronomía. Quizá uno de los ejemplos más evidentes es nuestra forma de medir el tiempo. El calendario, a pesar de basarse en hechos astronómicos, está también lleno de caprichos arbitrarios completamente humanos... (Artículo transcrito en #1)

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Flkn

El artículo está contenido en la imagen. Como leer de una imagen es bastante incómodo, lo transcribo (vía OCR) aquí:

Astronomía | Texto: Ángel R. López-Sánchez Foto: Max Alexander / STFC

El origen del calendario

A pesar de basarse en hechos astronómicos, nuestra forma de medir el tiempo está llena de caprichos puramente humanos

Aunque no nos lo parezca a primera vista, nuestra vida cotidiana está repleta de términos que provienen de la Astronomía. Quizá uno de los ejemplos más evidentes es nuestra forma de medir el tiempo: el día es lo que tarda la Tierra en girar sobre su eje, un mes es aproximadamente el tiempo que necesita la Luna en efectuar una órbita alrededor de la Tierra y un año es lo que tarda nuestro planeta en completar una vuelta alrededor del Sol. Nuestro calendario no es otra cosa que una herramienta muy útil que nos sirve para controlar el paso del tiempo y saber así cuándo hará frío o calor, cuándo sembrar o recoger la cosecha y en qué momento se deben hacer fiestas o recaudar los impuestos. El calendario, a pesar de basarse en hechos astronómicos, está también lleno de caprichos arbitrarios completamente humanos, como la elección de la “fecha de referencia” desde la que se comienzan a contar los años. Otras culturas y otras civilizaciones han diseñado formas de medir el tiempo algo distintas pero útiles para su sociedad, en donde sus propias supersticiones y religiones (como la creación del mundo por los dioses) o un hecho transcendental (la fundación de una ciudad) definían el origen. Pero todos los calendarios funcionarían igual independientemente de la elección de ese “punto cero”. Precisamente, por todo esto es absurdo darle una importancia “esotérica” a las fechas o hacer cábalas con ellas. Medir el tiempo es algo completamente científico, decir que según tal profecía un día concreto va a ocurrir algo es una total superchería.

¿De dónde proviene nuestro calendario? Justamente ahora, con la Navidad y el Fin de Año justo a las puertas, es un buen momento para reflexionar sobre este tema. Nuestro calendario proviene del Egipto antiguo, donde ya se sabía que el Sol necesitaba 365 días y cuarto para regresar al mismo punto del cielo estrellado. Este sistema de medir el tiempo fue sabiamente adquirido para el naciente Imperio Romano por Julio César. Roma en tiempos de la República tenía un calendario muy imperfecto basado en la Luna, que con 304 días y 10 meses comenzaba en marzo y terminaba en diciembre (recordemos que “diciembre” viene de “diez”). Al antiguo calendario romano había que ir añadiendo días continuamente mediante decretos especiales del Senado para compasar las estaciones con los meses. En la época de Julio César, con las devastadoras luchas internas que la República experimentaba, el desfase era tal que unas fiestas primaverales caían en mitad de verano. En el 48 a.C. el dictador Julio César comisionó al astrónomo Sosigenes de Alejandría a diseñar el nuevo calendario solar, basado en el calendario egipcio, de 365 días. El Calendario Juliano se hizo efectivo en el 45 a.C. (año 709 tras la fundación de Roma), que los historiadores denominan "el de la confusión" porque tuvo 445 días para corregir los errores del antiguo calendario romano. El Calendario Juliano introducía un día extra cada cuatro años, precisamente a finales de febrero o, como los romanos enunciaban las fechas, el día “bis sexto” antes de las Calendas de Marzo. De aquí proviene el término de “año bisiesto”. Julio César disfrutó poco de este calendario dado que fue asesinado ese mismo año, pero al menos logró que el mes Quintilis (“mes quinto”) se llamase desde entonces Julio. Pocos años después el emperador Augusto pensó que también él debería tener el honor de bautizaron mes y así Sextilis (“mes sexto”) pasó a ser Agosto.

¿Dónde colocar el origen del calendario? El comienzo de nuestra era está dado por el nacimiento de Cristo. Pero, aunque el próximo 25 de diciembre celebremos la Natividad de Jesús, este nacimiento ni ocurrió hace 2011 años ni el 25 de diciembre. Jesús nació en algún momento entre primavera y verano de los años 7 a 5 a.C. ¿Cómo puede ser esto? Fácil: por un error de cálculo. La primera vez que se empezó a enumerar los años de nuestra era desde el nacimiento de Jesús fue en el año 525, cuando el monje Dionisio el Exiguo se puso a contar hacia atrás usando la cronología del Imperio Romano para llegar al momento del nacimiento del Mesías. Pero se equivocó doblemente. Primero, porque entonces no se usaba el cero. De hecho, no se puede escribir cero en números romanos, es un invento indio, transmitido por el inundo arábico. Así, nuestras eras pasan del 1 a.0 al 1 d.C. Es por este motivo por el que el año 2000 perteneció al siglo XX, al igual que el año 100 era el último año del siglo 1.01 segundo fallo que cometió Dionisio fue que no contó los 4 años que el emperador Augusto estuvo gobernando Roma bajo su verdadero nombre, Octavio. Ahí tenemos al menos 5 años, que concuerdan con el hecho señalado en las Crónicas Judías de Flavio Josefo, según el que el rey Herodes (quien ordenó la matanza de los Inocentes) murió antes de un eclipse de luna que sucedió el 4 a.C.

¿Y por qué se eligió el día del 25 de diciembre para la Navidad? Mucho antes que ocurriera el nacimiento de Jesús, que apareciese Roma e incluso las primeras civilizaciones uno de los momentos más importantes del año era el Solsticio de Invierno, el día más corto del año. Se pensaba que era el día en el que el Dios Sol vencía y volvía a ascender a los cielos. Muchísimos yacimientos arqueológicos prehistóricos están alineados con esta dirección privilegiada: la salida o puesta del Sol en el Solsticio de Invierno. El complejo megalítico de Stonehenge quizás es el ejemplo más famoso, aunque habría que insistir que Stonehenge era un templo funerario y no un observatorio astronómico como algunos pseudocientíficos defienden. Por la época romana se conocía a esta festividad como Sol Invictus, fiesta pagana que, junto con el culto a Mitra, se adoptó de Oriente. Por entonces también se tenía la costumbre de repartir regalos a la familia y a los niños. Cuando la Iglesia romana nació en el siglo I, los cristianos adoptaron la festividad de Sol Invictos, el Solsticio de Invierno, para festejar el nacimiento de Jesús y así pasar desapercibidos. El día de Navidad fue finalmente impuesto en el 330 por el emperador Constantino.

Pero en el siglo I el Solsticio de Invierno sucedía el 25 de diciembre. De igual forma, el equinoccio de primavera ocurría entonces el 25 de marzo. ¿Qué pasó? Que el Calendario Juliano no contaba el año de forma exacta: era 11 minutos y 14 segundos mayor que el año astronómico. Eso supone un día cada 128 años. La primera vez que se detectó el error fue en el Concilio de Nicea, en el 325, donde ya se tenía una divergencia de tres días. Uno de los objetivos de este concilio fue fijar el Equinoccio de Primavera para establecer el Domingo de Pascua. Esta efeméride proviene del calendario judío, lunar en su mayor parte, y coincide con el primer fin de semana tras la primera luna llena después de la entrada de la primavera. El Domingo de Pascua es la base del calendario eclesiástico, por eso tenía tanta importancia conocer su precisa ubicación. Esta es la razón por la que la fecha de la Semana Santa varía de año a año. La solución que se adoptó en el Concilio de Nicea para corregir esos tres días de más fue mover el Equinoccio de Primavera del 25 al 21 de marzo. Al desplazar esta efeméride, se movieron también todas las demás, pasando el Solsticio de Invierno a producirse el 21 de diciembre, aunque Navidad siguió siendo el día 25.

El desfase de 1 día cada 128 años siguió acumulándose hasta la entrada del Calendario Gregoriano en 1583, donde se hicieron pequeñas modificaciones para evitar este desfase. Fue el papa Gregorio XIII quien introdujo el 1 de enero como primero del año y, para sincronizar estaciones y fe chas, decidió "saltar" 10 días, pasándose del jueves 4 de octubre al viernes 15 de octubre. Este ajuste devolvió el solsticio de invierno al 21 de diciembre, pero no fue aceptado a la vez por todos los países. Por eso, aunque Cervantes y Shakespeare murieron en la fecha del 23 de abril de 1616, no ocurrió en el mismo día, pues Inglaterra no aceptó el calendario Gregoriano hasta 1752 mientras que España lo hizo de inmediato. Este es el calendario que es usado en la actualidad.

El autor, astrofísico cordobés en el Australian Astronomical Observatory Macquarie University y miembro de la Agrupación Astronómica de Córdoba, escribe el blog 'El Lobo Rayado' (http:/(angelrls.blogalia.com)