De esta premisa, se desprende que los meses de julio y agosto, en las grandes ciudades sentimos cambiados nuestros hábitos. Si además, los suplentes son contratados de manera interina y precaria, demasiado bien lo hacen. Es verdad, que si lo tratado se refiere a bienes tangibles y de consumo aunque se reduzca la agilidad del servicio, puede ser soportable. Lo realmente rechazable, es cuando esa situación se traslada a los servicios públicos que pagamos con nuestros impuestos directos o indirectos.