Hace 15 años | Por KarmaPolice a washingtonpost.com
Publicado hace 15 años por KarmaPolice a washingtonpost.com

Y no lo dice un cualquiera, lo dice un interrogador que sin emplear la tortura consiguió dar con la localización del mismísimo Al-Zarqawi. Un investigador que condujo 300 entrevistas y supervisó 1000 y que dirigió un equipo al que prohibió expresamente usar las técnicas que sus compañeros estaban realizando.

Comentarios

tsakurai

Traducción libre de dos párrafos que vale la pena destacar:

Me rehusé a participar en tales prácticas, y un mes más tarde, extendí la prohibición al equipo de interrogadores puestos a mi cargo. Enseñé a los miembros de mi unidad una nueva metodología – basada en construir una relación con los sospechosos, mostrando entendimiento cultural y usando el ingenio de toda la vida para conseguir información. Personalmente llevé a cabo más de 300 interrogaciones, y supervisé más de 1.000. Los métodos empleados por mi equipo no son clasificados (son de la lista del Manual de Campo), pero la forma en que los usamos, fue, prefiero pensar, única. Logramos conocer a nuestros enemigos, aprendimos a negociar con ellos y adaptamos las técnicas de investigación criminal a nuestro trabajo (lo que el Manual de Campo permite, bajo el concepto de “trucos y artificios”). Funcionó. Nuestros esfuerzos iniciaron una cadena de éxitos que finalmente llevaron a Zarqawi.

A lo largo de este renacimiento en tácticas interrogatorias, nuestra actitud cambió. Ya no vimos a nuestros prisioneros como el estereotipado villano de al-Qaeda que repetidamente nos prepararon para esperar; les vimos como iraquíes suníes, a menudo hombres de familia protegiéndose a sí mismos de las milicias chiitas e intentando asegurarse de que sus compañeros suníes todavía tuvieran alguna forma de acceso a la riqueza y el poder del nuevo Irak. Resultó que la mayoría, sorprendentemente, odiaba tanto a Al-Quaeda en Irak como nos odiaban a nosotros, pero Zarqawi y sus secuaces estaban dispuestos a proveerles de armas y dinero. Señalé esto al General George Casey, anteriormente el principal comandante estadounidense en Irak, cuando visitó mi prisión en el verano de 2006. No respondió.

Por lo visto, más que conseguir información, lo que a muchos les interesaba era ir a por la carnaza.