Al margen del conflicto étnico-político, el simple hecho de que Israel bombardee sistemáticamente cualquier tipo de instalación deportiva, especialmente los campos de fútbol construídos en la Franja de Gaza, que en la mayoría de los casos están construidos con dinero que proviene de organismos internacionales, ya debería ser motivo más que suficiente para que Israel estuviese vetada para organizar y participar en cualquier tipo de competición deportiva. Es a todas luces flagrante la violación del espíritu de concordia y deportividad que debe imperar en el deporte.
Antes amputadas que sencillas.