El amor en la oficina tiene un precio en las altas esferas del mundo corporativo, un coste que va más allá de lo personal y se mide en pérdida de empleo, millones de dólares y prestigio. El reciente despido de Laurent Freixé, consejero delegado de Nestlé, ha vuelto a poner de manifiesto cómo las grandes multinacionales como BlackRock, Intel, McDonald’s —o el reciente caso del CEO de Astronomer, Andy Byron— ejercen un estricto control sobre las vidas privadas de sus ejecutivos, especialmente cuando hay una relación oculta con un subordinado.