Arturo Barea había sido muchas cosas antes de ser un exiliado. Aunque lo primero que le tocó fue ser pobre. Un niño remendado de madre lavandera al que la suerte le sacó de un destino harapiento. Gracias a la generosidad de un tío adinerado, el joven Arturo pudo estudiar como los niños ricos y acudió a las Escuelas Pías de San Fernando, ese edificio imponente del barrio de Lavapiés que hoy alberga una universidad y una magnífica vista de los tejados de Madrid. El milagro duró solo hasta los trece años, momento en el que el tío falleció. A part
Comentarios
Un libro magnifico
Cosas de rojos.
Gran trilogía. Yo tengo heredada de mi padre la editada en Argentina por Losada, comprada a escondidas en la época de Franco (y eso que mi viejo era muy constitucionalista centroderechista)
La serie está en TVE a la carta, seis capítulos.
https://www.rtve.es/television/forja-rebelde/
Especialmente interesante el segundo capítulo cuenta su viviencia del desastre de Annual. Si no recuerdo mal, era sargento de zapadores.
Tambien destacables los dos primeros capítulos, que muestran la vida de la mayoría de los niños urbanitas españoles de la época. Algo que se ve en muy pocas novelas y películas.
En su momento se dijo que la serie fue aprobada como venganza por un director de TVE que sabía que lo iban a echar.
En todo caso, cuando se emitió, TVE no se preocupó mucho de promocionarla y ponerla en horarios de máxima audiencia.
A mí este tipo me suena a muy falso. En la forja de un rebelde,cuando está de sargento en Marruecos, empieza a contar las corruptelas del ejército español y cómo a él no le gustaban nada y luego, de pronto, no vuelve a hablar de eso. Y lo que más me llamó la atención fue lo del perrito. Como todos los militares no soldaditos se echó una amante mora y le puso un piso y tal. Al volver a España la morita ahí se queda, claro. Pues en el libro dedica un párrafo o dos a explicar la pena que la daba tener que dejar a su morita tirada (dedicada a la prostitución, esto no lo dice) y luego dos o tres páginas a explicar la pena que le daba dejar también al perrito que tenían.
O sea, que no me resulta de fiar.