En 1941, más de la tercera parte de la población de Leningrado marchó al frente. Unas seiscientas mil personas, entre mujeres y niños, asumieron prácticamente todo el trabajo en la ciudad. Trabajaron en duras jornadas en los tornos de las fábricas, apagaron incendios, limpiaron las calles, además aprendieron a disparar y a curar heridos, en caso de asumir la defensa de la ciudad.