A muchos os sonará la frase. Y es que a los jugones (y a los nostálgicos) nos gusta conservar nuestras joyas videojueguiles en perfecto estado y completas; cuanto más antiguas, más valor tienen. El problema es que cuando éramos pequeños no siempre podíamos hacerlo porque no teníamos ni voz ni voto en casa y el embalaje original de las consolas ocupaba mucho espacio: algunas veces teníamos que suplicar para que no los tirasen.