Al final de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas liberaron Corea de los japoneses, que habían colonizado la península desde 1910. Los Aliados no lograron ponerse de acuerdo sobre el destino de la península, por lo que fue dividida por el paralelo 38 en dos zonas: una ocupada por la Unión Soviética y la otra por Estados Unidos. Así, Corea se convirtió en el primer campo de batalla de la Guerra Fría entre las ideologías de estas dos potencias, con el norte adoptando un sistema comunista y el sur uno capitalista.