Hay dos escenas aparentemente antiguas, pero muy vigentes, que definen a Pep Guardiola como un predestinado. La primera data del 16 de abril de 1986, fecha en la que el Barça le remontaba al Gotebörg un 3-0 para meterse —por penaltis— en la desastrosa final de Sevilla. Barbilampiño y con la misma cara que uno se imagina a David Copperfield, Guardiola, el recogepelotas, arengaba a Julio Alberto y celebraba los goles del Pichi Alonso, enfundado en un chándal Meyba. Ese adolescente parecía reunir todo el optimismo de un club acostumbrado a vivir
Comentarios
Gran artículo
Ser pedante ya lo hizo Valdano antes, pero al menos el argentino sabía hablar y expresarse.
Guardiola ha tenido la suerte de encontrarse a Messi , Xabi, Iniesta, Puyol y Piqué. Ninguno fichajes suyos y son los que le han dado los titulos.
Guardiola la sabe. Por eso se va. Y dudo que vuelva a entrenar porque quiere mantener ese aurea de perfeccion que le gusta cultivar. Ni siquiera en la liga inglesa.
Cada vez que el adulador de turno perpetra uno de estos azucarados panegíricos, aparte de tener que luchar con la ingestión de las elevadas dosis de sacarosa y lugares comunes, el efecto es que me hacen apreciar un poco más al anti-cristo con cuernos, o sea, a Mourinho.