Hace 12 años | Por jorgexus a elpais.com
Publicado hace 12 años por jorgexus a elpais.com

Tuve recientemente la oportunidad de preguntarle a un alto responsable del Gobierno actual si no le inquietaba que la nueva reforma laboral hubiera obtenido respuestas favorables exclusivamente entre sectores empresariales, mientras que los relacionados con los trabajadores habían coincidido de manera unánime en su rechazo. Su respuesta no dejó de sorprenderme. A su juicio, era lógica esa respuesta porque, a fin de cuentas, son los empresarios (ahora rebautizados como emprendedores) los que crean empleo.

Comentarios

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La gente sin derechos es la más peligrosa, no tiene hacia donde empeorar.

ogrydc

Si con el PSOE los trabajadores se sintieron traicionados, burdamente engañados, con el PP se están sintiendo despreciados, considerados directamente como unos inexistentes.

Y aún así, votan en masa al PP$O€...

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"La lucha de clases es el motor de la historia", se nos dijo hace ya mucho, pero quien lo hizo se olvidó de especificar adónde se dirigía —si se dirigía a parte alguna— el vehículo movido por dicho motor. Un siglo después, alguien —caído en muchas desgracias— escribió que no existen sujetos de la historia, sino sujetos en la historia. También este segundo se quedó corto, a la vista del empeño de algunos en negar la condición misma de sujeto a todo un sector de la sociedad. O quizá sea que la lucha postulada por Marx ha tenido un desenlace distinto al que tantos pensamos, el proceso no ha terminado en victoria sino en derrota, y esta se ha producido, entre otros ámbitos, también en el de la identidad de clase.

Es solo un ejemplo, pero no menor: durante largo tiempo, el coqueteo de la izquierda más moderada con las llamadas clases medias fue interpretado benévolamente, incluso por los más críticos, como un mero movimiento táctico para ensanchar las propias bases electorales y recoger votos en un supuesto caladero moderado y centrista. Probablemente ese desplazamiento haya tenido mayores costos de los que sus promotores previeron y el alejamiento respecto de los más desfavorecidos ha propiciado una imagen que ha terminado por resultarles muy cara: la de no ser, en realidad, otra cosa que una derecha blanda. Haciendo un balance de la situación en términos un tanto rotundos —aunque no creo que por ello demasiado exagerados—, se podría afirmar que si con el PSOE los trabajadores se sintieron traicionados, burdamente engañados, con el PP se están sintiendo despreciados, considerados directamente como unos inexistentes.