Luis Enrique tenía los pies destrozados, pero era el tipo más feliz del mundo al cruzar la línea de meta. Había conseguido superar el reto que se propuso meses atrás: la Marathon des Sables...
El jugador, un adicto al juego, habría forzado su expulsión y además habría convencido a tres de sus compañeros para que fuesen amonestados en un partido diputado en Gran Bretaña en los dos últimos años.