Un soldado antisemita, proterrorista y tal.
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En 2006 el Comité Olímpico Internacional financió un metaanálisis sobre las muertes súbitas de deportistas (2). Se revisaron 2.866 artículos científicos, que abarcaban competiciones internacionales de 1966 a 2004, y se descubrió que se habían registrado 1.101 muertes súbitas entre deportistas menores de 35 años, una media de 29 deportistas por año. Aquel estudio concluyó que la incidencia de la muerte súbita cardíaca en deportistas jóvenes (de 12 a 35 años) es de 0,5 a 2 por 100.000 al año, aproximadamente 2,5 veces más que en los no deportistas. El deporte con mayor incidencia es el fútbol, como ya destacamos en su momento. La muerte súbita cardíaca es la causa del 90 por cien de las muertes súbitas y el 82 por cien de las crisis ocurren durante una competición o un entrenamiento. Otras causas son el asma (u otras afecciones pulmonares), el golpe de calor, el abuso de drogas, las embolias cerebrales o incluso la rotura de una arteria cerebral. Los datos de Good Science muestran que en los dos últimos años, el número de accidentes graves entre los deportistas equivale al total de los 38 años analizados en el metaanálisis del COI. Esto debería constituir una señal alarmante que merecería la apertura de una investigación por parte de todos los sistemas sanitarios del mundo. Eso no va a ocurrir poque la industria farmacéutica es uno de los principales patrocinadores de las competiciones deportivas de alto nivel, directa o indirectamente a través de la publicidad. El deporte es sinónimo de salud y la farmacia también.
El aumento de los accidentes en plena competición, a menudo espectaculares cuando un deportista conocido se desploma tras un paro cardíaco, se refleja en el número de publicaciones de los medios de comunicación, pero muchas veces sin hacer referencia al estado de vacunación de la víctima.
El tabú, salvo raras excepciones, se aplica no sólo a los medios de comunicación, sino también a clubes y familiares.