#3 El artículo establece la relación entre hormonas en sangre y violencia, y lo asocia indiscutiblemente a los hombres. Los últimos párrafos afirman la efectividad de los tratamientos antihormonas en algunos casos, lamentando la escasez de pruebas que permitan confirmarla en otros.
Por otra parte, la misandria del autor es desbordante a lo largo del texto. Se permite el lujo de afirmar, sin aportar ningún dato, que los hombres disfrutan con el enfado de la mujer, y que les cuesta parar cuando se enfadan.
En conjunto, adolece de sesgos que le llevan a identificar violencia y varones, e ignorar por completo otros factores como el nivel de educación, adicciones, etc. que pueden influir tanto o más y cuyos tratamientos no parecen sacados del diario de Josef Mengele.
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Penoso es pretender que todo el mundo practique el dogmatismo que periodistos aliades como éste se ven obligados a practicar para no verse cancelados ellos mismos.