El ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre ha iniciado una cadena impredecible de acontecimientos [...] La vasta destrucción de la Franja de Gaza y la horrible pérdida de vidas civiles son un golpe doloroso para los palestinos [...] Pero, al mismo tiempo, se ha roto la ilusión de que la cuestión palestina puede dejarse de lado mientras persista el apartheid israelí, y Palestina vuelve a ocupar un lugar destacado en la agenda mundial, con un creciente reconocimiento de que debe resolverse. Traducción en los primeros comentarios.
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(continuación)
Ello no significa que el cambio estratégico de Hamás vaya a ser un éxito a largo plazo. La violenta alteración del statu quo por parte de Hamás bien podría haber brindado a Israel la oportunidad de llevar a cabo otra Nakba. Esto podría provocar una conflagración regional o asestar a los palestinos un golpe del que podrían tardar una generación en recuperarse.
Lo que es seguro, sin embargo, es que no hay vuelta atrás. Sin embargo, esto es precisamente para lo que se están preparando los líderes y diplomáticos israelíes, estadounidenses y de otros países occidentales. Ya se habla del día después, incluso sin que se haya formalizado un alto el fuego.
Todos los indicios apuntan a una decisión estadounidense-israelí de intentar reproducir en la Franja de Gaza el exitoso modelo -en su opinión- de gobierno colaboracionista palestino que existe en Cisjordania. En lugar de participar en un proceso en el que los palestinos tengan la oportunidad de elegir a líderes representativos que puedan gobernarlos, Israel y Estados Unidos están reproduciendo un antiguo enfoque consistente en elegir a líderes sumisos que puedan cumplir sus órdenes y someter a los palestinos bajo la hegemonía israelí.
Esto se está haciendo bajo la bandera de la supuesta unificación de los territorios palestinos, con ambas partes borrando convenientemente su propia complicidad en facilitar su separación hasta ahora. El objetivo de ambas no es la reunificación, sino la consecución de un gobierno de aquiescencia: la creación de una estructura de gobierno en la que un liderazgo dócil gobierne las necesidades civiles bajo una estructura general de dominación militar israelí.
Este objetivo tiene que lidiar con la realidad histórica de Gaza como semillero de resistencia al apartheid israelí, dado que la mayoría de sus habitantes son refugiados que buscan regresar a sus hogares en lo que ahora es Israel. Facilitar la instalación de una autoridad elegida por Israel y Estados Unidos requiere nada menos que arrasar Gaza y matar a sus habitantes, justo la política que se está desarrollando ahora.
Además de las implicaciones morales y legales, también están las prácticas. Es difícil imaginar un líder o una estructura de gobierno palestinos que asuman la responsabilidad de la Franja de Gaza después de que Israel la destruya, ya que se considerará que han llegado allí a lomos de los tanques israelíes. Dichos líderes tendrán incluso menos legitimidad que la que tiene actualmente la AP en Cisjordania, algo difícil de imaginar.
Este enfoque podría permitir ganar algo de tiempo. Produciría la apariencia de un statu quo y cierto grado de estabilización. Pero si hay que extraer alguna lección del 7 de octubre, es que ello no será duradero ni sostenible. Cualquier entidad de gobierno que se elija no podrá garantizar la seguridad de ningún israelí mientras exista el apartheid y cualquier gobierno palestino que se instale en Gaza será considerado, con razón, ilegítimo y colaboracionista.
Independientemente de cómo se presente el "día después", fracasará si no va acompañado de la rendición de cuentas por parte de Israel y del desmantelamiento de su régimen de apartheid, y todos los palestinos tendrán claro que no es más que otra solución bantustán, disfrazada de humanitarismo o de compromiso renovado con una solución de dos Estados.
En este sentido, Hamás ha asestado un golpe mortal a la fantasía de Israel de que podría continuar indefinidamente con su ocupación y bloqueo. Sin embargo, aún no está claro si los dirigentes políticos israelíes -más allá de su violencia vengativa- han aprendido dicha lección. Pero los organizadores comunitarios, los aliados de Hamás y otras formaciones políticas y militares sí lo han hecho.
Venga lo que venga, y se escriba como se escriba el legado de Hamás, está claro que es el movimiento que ha hecho saltar por los aires la fantasía a la que Israel y sus aliados se han aferrado durante demasiado tiempo.
#3 Gracias!
#3 y sigue!
(continuación)
Se ha escrito mucho sobre las oportunidades perdidas de tratar con Hamás diplomáticamente. Los acontecimientos que siguieron a la elección democrática del movimiento en 2006 se basaron en la negativa a comprometerse con la plataforma política de Hamás, e Israel y el gobierno de Estados Unidos prefirieron buscar un cambio de régimen y tratar con Hamás militarmente, optando por limitar sus relaciones a la Autoridad Palestina.
Desde entonces, Israel ha apoyado y permitido la existencia de Hamás como autoridad de gobierno y, al mismo tiempo, ha demonizado al movimiento como organización terrorista, una paradoja que le ha permitido justificar el castigo colectivo inherente al bloqueo de la Franja de Gaza. Esta fue explícitamente la estrategia elegida por los sucesivos gobiernos de Benjamín Netanyahu, quien habló abiertamente de los beneficios que supondría para Israel aplicar una "política de separación" entre Cisjordania y la Franja de Gaza como medio para socavar la posibilidad de creación de un Estado palestino.
A falta de perspectivas diplomáticas reales para Hamás, sus opciones eran o un lento estrangulamiento como autoridad gobernante de la Franja de Gaza, mientras Israel se congraciaba con los regímenes árabes que prácticamente habían abandonado la causa palestina, o un golpe decisivo que desbaratara de raíz la suposición de que los palestinos estaban derrotados y sometidos y de que Israel podía mantener su régimen de apartheid sin coste alguno.
El hecho de que Hamás haya optado por esta última opción sugiere que se está comportando estratégicamente y que sigue comprometido con la creencia de que está jugando a largo plazo. Según esta lógica, aunque el brazo militar de Hamás fuera totalmente destruido o expulsado, el movimiento ya se ha asegurado una victoria al revelar la debilidad y fragilidad del ejército israelí, que puede ser explotada en el futuro a través de un Hamás reconstituido o a través de otra futura formación militar igualmente comprometida con la resistencia armada como medio de liberación. En otras palabras, la propia disrrupción se convierte en un espacio para que surjan posibilidades alternativas, mientras que antes sólo existía la certeza calcificada de una opresión continuada a los palestinos.
Esta creencia en el largo plazo significa que, independientemente de lo que ocurra en el futuro a corto y medio plazo, incluso con la horrible pérdida de vidas civiles en Gaza, Hamás ha desbaratado no sólo la estructura de su contención, sino también, completamente, la noción de que los palestinos pueden ser aislados en bantustanes y olvidados sin que los israelíes incurran en ningún coste. Esa disrrupción es existencial para Israel que, apoyado por los aliados occidentales, cree que la única forma de sobrevivir a este golpe es diezmando a Hamás.
Israel fracasará -y ya está fracasando- en la consecución de ese objetivo. Independientemente de cómo se desarrollen ahora las batallas contra Hamás en Gaza, el movimiento ya puede afirmar que ha salido victorioso a largo plazo porque ha hecho añicos de forma irreversible la falsa sensación de seguridad en la que se habían envuelto los israelíes, y a pesar de todos los intentos de presentar a Israel como invencible e impenetrable.
Pero, incluso en la batalla inmediata que tiene lugar ahora en Gaza, las perspectivas de una victoria israelí son escasas. Como en cualquier lucha asimétrica, los guerrilleros sólo deben evitar perder para salir victoriosos, mientras que el potente estado perderá si no logra sus objetivos globales. Y el objetivo de diezmar a Hamás como movimiento es tan vago como inalcanzable. Para empezar, el movimiento es mucho más grande que su ala militar. Es un movimiento con una vasta infraestructura social, conectada con muchos palestinos que no están afiliados ni a la plataforma política ni a la militar del movimiento.
En el fondo, Hamás es un movimiento islamista que hunde sus raíces en las ramas regionales de los Hermanos Musulmanes. Está relacionado con infraestructuras sanitarias y centros educativos y de beneficencia. Si, al diezmar a Hamás, los líderes occidentales e israelíes están llamando a matar a cualquier palestino que adopte cualquier forma de ideología islamista, entonces eso es nada menos que un llamamiento genocida contra el pueblo palestino, y debe entenderse como tal.
Sin embargo, si el objetivo es destruir la infraestructura militar del movimiento, entonces es probable que este objetivo fracase en un aspecto clave. La desintegración del ala militar de Hamás preparará el terreno para la aparición de otras formas de resistencia organizada -ya sea dentro del ropaje ideológico de Hamás o no- que estén igualmente comprometidas con el uso de la fuerza armada contra Israel.
La historia ya lo ha demostrado. Hamás surgió en 1987 de los rescoldos de la concesión histórica de la OLP, por la que a lo largo de finales de los setenta y principios de los ochenta la OLP pasó a ceder en la partición de Palestina reconociendo el Estado de Israel y renunciando al uso de la resistencia armada en pos de un Estado palestino. Coincidiendo con esa transición se creó Hamás, un partido que mantenía los mismos principios que la OLP, pero con una ideología islamista en lugar de la nacionalista secular que dominó las décadas de 1960 y 1970.
Existe un continuo de reivindicaciones políticas palestinas que se remontan a 1948 y antes. Que Hamás sobreviva o no en su encarnación actual es irrelevante: la resistencia palestina contra el apartheid israelí, armada y de otro tipo, persistirá mientras continúe el régimen de dominación.
En esencia, se trata de un régimen que otorga más derechos a los judíos que a los palestinos en todo el territorio de la Palestina histórica, estratificando a los palestinos en diferentes categorías jurídicas y fragmentándolos geográficamente para sostener una dominación blobal. Mientras tanto, impide el derecho internacionalmente reconocido de permitir a los refugiados palestinos regresar a sus hogares.
El modelo israelí de apartheid está comprometido con la supremacía judía desde el río hasta el mar -una frase denigrada recientemente que la derecha israelí lleva utilizando sin reparos durante mucho tiempo-, mientras que los palestinos siguen siendo un pueblo dominado que vive dentro de los confines de ese Estado y está gobernado en los territorios ocupados por autoridades ilegítimas de naturaleza colaboracionista con el Estado israelí.
Para invertir esta dinámica y deshacer la convicción de Israel de que Hamás -mediante su contención- podría ser pacificado como lo había sido la AP en Cisjordania, el movimiento asumió un riesgo calculado con su operación, dado que esperaba de forma realista que su infraestructura militar se viera gravemente debilitada por la previsible represalia. Pero ante la falta de voluntad por parte de la comunidad internacional de comprometerse con los palestinos al margen de estas tácticas armadas, y dado el colonialismo constante y cada vez más violento de Israel, este giro hacia una operación militar amplia por parte de Hamás era en última instancia inevitable.
Hay otra razón en la que se sustenta el cálculo de Hamás, y es su ambivalencia hacia la gobernanza. Hamás estaba limitado por su papel como autoridad de gobierno en la Franja de Gaza. Cuando el partido se presentó a las elecciones de 2006, se encontró con no pocos conflictos organizativos a la hora de asumir un papel de gobierno o incluso de participar en la AP.
Los dirigentes de Hamás declararon que, en lugar de aceptar las limitaciones de la gobernanza bajo la ocupación, como había hecho Al Fatah con los Acuerdos de Oslo, el movimiento pretendía utilizar su victoria electoral para revolucionar el sistema político palestino. Afirmó su capacidad para hacerlo señalando que, con su respuesta a la Segunda Intifada, Israel había diezmado el cuerpo político palestino y dejado obsoletos tanto a la AP como a los Acuerdos de Oslo.
Hamás habló de la necesidad de construir una sociedad de resistencia, una economía de resistencia, una ideología de resistencia, a través del propio cuerpo de la AP, y de utilizar este cuerpo como trampolín hacia la OLP, desde donde podría liderar, junto con otras facciones políticas, el establecimiento de una visión para la liberación de Palestina y para representar a los palestinos en su totalidad, más allá de los de los territorios ocupados.
Su victoria electoral, como sostengo en mi libro Hamás Contenido, pretendía ser revolucionaria hacia el statu quo, en lugar de aceptarlo. Sin perspectivas reales de convertirse en un Estado, Hamás comprendió que centrarse en la gobernanza y la administración significaba embellecer un bantustán dentro del sistema de apartheid israelí, que no habría perspectivas reales de liberación o soberanía y que el único camino a seguir era mejorar la calidad de vida mientras se permanecía sometido a la ocupación. Ese es, de hecho, el modelo de la AP en Cisjordania, y habría sido una versión más extrema del mismo en la Franja de Gaza.
Con el éxito del golpe de Estado contra Hamás respaldado por Occidente -que comenzó poco después de la victoria electoral de Hamás y culminó en una guerra civil entre Hamás y Fatah en 2007-, durante algún tiempo pareció que el gobierno del movimiento en Gaza se había pacificado hasta el punto de que sus ideales revolucionarios se habían perdido. El prolongado periodo de contención sugirió que el movimiento podría haber quedado atrapado en su propio éxito electoral y encadenado por sus responsabilidades de gobierno o, en otras palabras, pacificado. El violento ataque del 7 de octubre ha demostrado claramente que el movimiento, más bien, había estado utilizando este tiempo precisamente para revolucionar a la clase política, como siempre había pretendido hacer.
#2 ah ostias, que sigue!
El ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre ha iniciado una cadena impredecible de acontecimientos, y es demasiado pronto para determinar cómo el ataque podría determinar el curso futuro de la lucha por la liberación de Palestina. La vasta destrucción de la Franja de Gaza y la horrible pérdida de vidas civiles son un golpe doloroso para los palestinos, similar a la Nakba de 1948. Pero, al mismo tiempo, se ha roto la ilusión de que la cuestión palestina puede dejarse de lado mientras persista el apartheid israelí, y Palestina vuelve a ocupar un lugar destacado en la agenda mundial, con un creciente reconocimiento de que debe resolverse, aunque las brutales masacres del 7 de octubre hayan polarizado el debate en torno a ella.
Desde 2007, la presencia de Hamás en los territorios ocupados se ha limitado a la Franja de Gaza, donde el movimiento ha sido eficazmente contenido mediante el uso de un bloqueo hermético que ha mentenido colectivamente encarcelados a los 2,3 millones de palestinos de Gaza. En su contención, Hamás quedó atrapado en lo que he denominado un "equilibrio violento", por el que la fuerza militar surgió como medio para negociar concesiones entre Hamás e Israel. El primero utiliza misiles y otras tácticas para obligar a Israel a suavizar las restricciones del bloqueo, mientras que el segundo responde con una fuerza abrumadora para crear disuasión y garantizar la "calma" en las zonas próximas a la Franja de Gaza. Mediante esta violencia, ambas entidades operaban en un marco en el que Hamás podía mantener su papel de autoridad gobernante en Gaza incluso bajo un bloqueo que mantiene una constante violencia estructural contra los palestinos.
A partir de 2018, Hamás comenzó a experimentar con diferentes medios para cambiar este equilibrio. Uno de ellos fue a través de su decisión de permitir que se produjeran protestas populares contra la dominación de Israel. La Gran Marcha del Retorno de 2018 fue uno de los ejemplos más amplios de movilización popular palestina. La protesta surgió como un esfuerzo liderado por la sociedad civil que recibió permiso, apoyo y, en última instancia, gestión de un comité compuesto por los diversos partidos políticos de Gaza, incluido Hamás. Como autoridad gobernante, Hamás proporcionó gran parte de la infraestructura necesaria para la movilización, como autobuses para transportar a los activistas. Esto supuso un cambio radical con respecto a los medios con los que Hamás desafiaba tradicionalmente al bloqueo.
Otro cambio en el equilibrio se produjo unos años más tarde, en 2021, cuando Hamás aprovechó su arsenal militar para tomar represalias contra la agresión israelí en Jerusalén. En el período previo al lanzamiento de cohetes por parte de Hamás, Israel había estado trabajando activamente para expulsar a las familias del barrio de Sheij Yarrah de sus hogares para hacer sitio a colonos judíos. Esto inició una movilización generalizada de palestinos en todo el territorio de la Palestina histórica. El Estado israelí respondió con la fuerza y detenciones masivas en contra de las protestas, que eran pacíficas e incluían oraciones en torno a la mezquita de Al Aqsa. Los esfuerzos de Israel por interrumpir las protestas y seguir adelante con la colonización de Jerusalén Este provocaron que Hamás respondiera con el lanzamiento de cohetes.
Estos ejemplos demuestran los esfuerzos de Hamás por pasar a la ofensiva y expandir su resistencia para abarcar demandas que van más allá del levantamiento del bloqueo. Este posicionamiento implica el objetivo de actuar como una potencia militar que acuda en defensa de los palestinos frente a la violencia colonial israelí más allá de la Franja de Gaza. Estas tácticas estaban basadas en un claro cambio estratégico del movimiento para pasar de la aquiescencia a su contención a un desafío más explícito de la dominación israelí y, de este modo, anular el equilibrio que se había consolidado a lo largo de 16 años.
Este cambio está en consonancia con la evolución histórica de Hamás como movimiento que ha recurrido tanto a la resistencia armada como a la no armada, con altibajos, para desafiar la ocupación israelí e impulsar las reivindicaciones centrales de la lucha palestina, incluido el derecho al retorno, que fue fundamental en las protestas de 2018. (La historia de Hamás está repleta de ejemplos en los que, interpretando el contexto político que le rodeaba, y, a nivel de la dirección del movimiento, alteró la dirección estratégica de la organización, con instrucciones claras para el ala militar de escalar o desescalar).
El reciente giro hacia la violencia total también está en consonancia con la idea que tiene el movimiento del papel de la resistencia armada como táctica de negociación, en la que Hamás se ha basado históricamente para forzar concesiones por parte de Israel.
El atentado del 7 de octubre puede considerarse el siguiente paso lógico de un movimiento que se resiente de su contención. Algunos analistas han calificado la maniobra de Hamás de suicida, dada la reacción de Israel, o de irresponsable, dado el número de muertos que ha provocado entre los palestinos. Que cualquiera de estas dos caracterizaciones sea acertada o no depende de un análisis de las opciones que tenía Hamás y de como termine todo. Sin embargo, no cabe duda de que el atentado en sí supuso una ruptura decisiva que, en retrospectiva, es claramente la culminación de todos los cambios que el movimiento había estado experimentando.
El cambio estratégico supuso pasar de un uso limitado del lanzamiento de cohetes para negociar con Israel a una ofensiva militar en toda regla destinada a desbaratar su contención, en concreto, y la suposición israelí de que podía mantener impunemente un sistema de apartheid.
No cabe duda de que el sangriento ataque del 7 de octubre superó las expectativas de Hamás y que la magnitud de las masacres en Israel ha galvanizado a la opinión israelí e internacional de un modo que Hamás podría no haber previsto completamente. Cualquier operación militar significativa que Hamás hubiera llevado a cabo con cierto grado de éxito -atacando bases militares cerca de la zona de la valla entre Gaza e Israel y asegurando a un número significativo de combatientes israelíes- habría roto de forma similar el paradigma del bloqueo y provocado una respuesta israelí devastadora.
Sin embargo, la matanza de civiles a esta escala -independientemente de si los dirigentes de Hamás habían impulsado y preparado activamente este nivel de derramamiento de sangre- ha galvanizado una feroz respuesta israelí en Gaza, facilitada por la carta blanca concedida al gobierno israelí por la mayoría de los dirigentes occidentales. Algunos estudiosos del genocidio han afirmado que la campaña israelí equivale a una limpieza étnica y a un intento de genocidio.
Es un contrafáctico argumentar si estas respuestas se habrían producido o no si no se hubiera matado o secuestrado a civiles. En cualquier caso, la ofensiva militar de Hamás y la violencia masiva que le siguió han moldeado de forma irreversible la naturaleza de la respuesta contra los palestinos en Gaza.
Desde una perspectiva estrictamente militar-estratégica, antes del ataque la única opción de que disponía Hamás, aparte del uso de la fuerza, era permanecer constreñida en el marco del bloqueo, mientras los colonos israelíes extendrían su violencia desbocada en Cisjordania, los políticos israelíes alteraban el statu quo en torno al complejo Haram al-Sharif/Monte del Templo de Jerusalén e Israel era recompensado con programas estadounidenses de exención de visados y acuerdos regionales de normalización.
En este clima, las opciones que tenía Hamás eran aceptar que los palestinos habían sido efectivamente derrotados y permanecer confinados y estrangulados en sus diversos bantustanes, parcelas de tierra discontinua parecidas a las "patrias" sudafricanas del apartheid con el mismo nombre, donde muchos negros urbanos privados de sus derechos fueron reubicados y gobernados por regímenes títeres locales supuestamente independientes, mientras un gobierno supremacista blanco seguía ejerciendo el control militar.
Hamás consideraba que había que elegir entre una muerte lenta -como dicen muchos en Gaza- o una ruptura radical de toda la ecuación.
No cabe duda de que podría haberse evitado arrinconar a Hamás -y a los palestinos en general- en una situación en la que sólo una potente acción militar de este tipo emerge como la opción preferida para el movimiento. Incluso antes de la contención de Hamás, y en concreto desde la Segunda Intifada, existieron muchas oportunidades para un compromiso diplomático y político con ellos.
Hamás había aceptado, de facto entre 2005 y 2007, un programa político que, si se hubiera impulsado correctamente, podría haber conducido a la creación de un Estado palestino junto a Israel y al desmantelamiento de la ocupación. Esa fue una postura que el movimiento planteó como parte de su victoria electoral en 2006 y su posterior entrada en la Autoridad Palestina. Más tarde, esta postura se formalizó en 2017 en la revisión de la carta del movimiento, que pedía la creación de un Estado palestino en la línea de demarcación de 1967, sin ofrecer reconocimiento formal al Estado de Israel.
La negativa israelí y estadounidense a comprometerse con cualquiera de las concesiones políticas del movimiento desde entonces, mientras que a Israel se le dio sistemáticamente vía libre para mantener su ocupación violenta y la colonización en curso de tierras palestinas, socavó cualquier fe que Hamás pudiera haber albergado en relación al interés de la comunidad internacional por hacer que Israel rindiera cuentas o en permitir a los palestinos establecer un Estado en una porción de la Palestina histórica.
#1 menuda chapa madre mía, cuando se puede resumir en 4 frases
#16 No dais para más, ¿Verdad? ¿se te cansan los ojos? ¿le has dicho a mami que te prepare el café?
#16 si no quieres leer no sé qué haces en menéame, igual estarías más cómodo en Twitter o YouTube.
Lo que ha quedado claro es que la solucion está entre los israelitas y los palestinos, no entre Hamas y el sionismo. De hecho ambos deberían de desaparecer.
#4 No te has leido el artículo. Sin la acción de Hamás y con Israel mejorando sus contactos internacionales entre paises árabes, los palestinos estaban condenados a un sistema de apartheid. Esa acción ha roto muchas cosas. Muchas vidas si. Sabían que Israel iba a responder con mucha violencia. Pero una cosa que ha roto para siempre es la ilusión de seguridad que tenían los israelies en su capacidad militar o de inteligencia para contener a los palestinos. Hamás no va a desaparecer porque es una idea. Tendrían que intentar matar a todos los palestinos y eso tendría un coste moral enorme para israel y sus generaciones futuras.
#6 Yo no he dicho que vaya a desaparecer, yo he dicho que tiene que desaparecer. Igual que tiene que desaparecer el sionismo.
La idea genocida de que "sólo puede quedar uno" nunca va a conducir a la paz.
#7 1939: La idea genocida de que sólo pueden quedar nazis o judíos nunca va a conducir a la paz
#11 Tu nick te va que ni al pelo. Si en algún momento decides cambiártelo te sugiero algo como "Demagogo" que también te iría bastante bien.
#12 Mi nick tiene único objetivo evidenciar el retraso mental de aquellos que, carentes de todo argumento, encuentran en el fácil chascarrillo la huída al ejercicio de la razón. Ejercicio que, obvia evidenciar, queda por completo fuera de sus capacidades.
Bienvenido al club de los intelectuales estáis lo mejorcito de Menéame
#_14 Pues he de decir que la parte de evidenciar retraso mental la haces bastante bien.
Cc #12
#4 Los israelitas está complicado que intervengan, hace miles de años que dejaron de existir.
Fantástico ejercicio de equidistancia que obvia, como no podía ser de otra manera, el hecho de que Hamás sólo existe como subproducto del genocidio sionista.
Aquí sólo hay unas víctimas: el pueblo palestino, y unos agresores: el fundamentalismo sionista del IV Reich.
No cabe, como no cupo en el Holocausto, más solución que acabar con el régimen genocida.
Fue un ataque sospechoso el del pasado 7 de octubre. La increíble forma en que un grupo organizado traspasarse y que la vigilancia israelí estuviera ausente. Qué la respuesta fuera muy automática y que el mayor interes para Israel y Europa sea el gas gazaiti. Demasiadas dudas.
Despues de leer el articulo:
-No menciona en ningun momento la dimension internacional: la Umna, el dinero de los saudies, quataries, y demas... que son quienes hacen que hayan movimientos en el mundo islamico a base de financiarlos.
-Que es una zona con un componente relgioso muy importante por lo tanto irracional: la casa de saud tienen que meter dinero en la expasion del islam a nivel global para que el clero wahatabi les siga dando legitimidad como los defensores de los lugares santos (Meca y Medina), ... porque si no lo hacen, la dinastia Jordana son los nuevos protectores de los lugares santos... y estamos hablando del islam, donde lo que dicen los curas es muy IMPORTANTE.
-Que estamos analizando esa zona en terminos esclusivamente socioeconomicos y estrategicos y nos estamos olvidande que son unos putos fanaticos religiosos. De ahi mi punto anterior.
-Que lo logico que hubiera pasado hace tiempo es que no huebiera habido la guerra del 48, la unica razon de esa guerra fue religiosa por parte de los paises musulmanes.
Basicamente, que estamos ante un escenario irracional porque una parte es fundamentalista religiosa (musulmanes), y la otra parte esta muy cerca de serlo. No hay solucion, ningua de las dos partes: Israel y el Islam (no los palestinos) quiere una solucion ya.
Hamás estaba pensando en ofrecer en sacrificio a 20k palestinos por la gloria de la causa.
Supongo que querían provocar a Israel para que este hiciese alguna burrada y quedase retratado como estado terrorista, e Israel quería una escusa para acabar con "el problema" de una vez y tener más "espacio vital" Lebensraum en alemán, importándole una mierda como iban a quedar ante el mundo, total, ya lo han dicho, controlan el 96% de los medios de comunicación de occidente.