Hace 6 años | Por --339949-- a youtube.com
Publicado hace 6 años por --339949-- a youtube.com

Un autentico carro de combate galopando por las estepas del siglo XX Se convirtió en un arma de combate móvil y terrible. Majno, a quien nosotros vencimos, había hecho del carro el eje de su estrategia que suprimió la infantería, la artillería y hasta la caballería, y para sustituir aquellas pesadas masas montó en carros trescientos fusiles automáticos. Un cortejo nupcial que pasa ante el gobierno de un distrito, abre fuego y un pope flaco despliega la bandera negra de la anarquía y exige la entrega de la burguesía, vino y música.

Comentarios

D

El coche —ya se tratase de la calesa de un pope o de un funcionario del juzgado o de un sencillísimo carro corriente— ganó importancia por los caprichos de la guerra civil y se convirtió en un arma de combate móvil y terrible; creó una nueva estrategia y una nueva táctica; cambió el acostumbrado semblante de la guerra y produjo héroes y genios del carro. Así fue Majno, a quien nosotros vencimos, que había hecho del carro el eje de su estrategia misteriosa y astuta. Aquel Majno que suprimió la infantería, la artillería y hasta la caballería, y para sustituir aquellas pesadas masas montó en carros trescientos fusiles automáticos. Aquel Majno, tan diverso como la naturaleza. Carros de heno en línea de batalla conquistaban ciudades. Un cortejo nupcial que pasaba en sus coches ante el comité ejecutivo de un distrito, apenas llega abre un fuego concéntrico, y un pope flaco despliega la bandera negra de la anarquía y exige de las autoridades la entrega de la burguesía, la entrega del proletariado, vino y música. Un ejército de carros semejantes dispone de inauditas posibilidades para maniobrar.
Budienny no le fue en esto a la zaga a Majno.
Es difícil derrotar a un ejército así, e insensato provocarle a combate. Una máquina escondida en un montón de heno, un vehículo que puede meterse en la granja de un campesino, es una activa unidad de combate que se desvanece. Los puntos que se obtienen son cantidades de una adición desconocida cuya suma la da la estructura del pueblo ukranio, como era hace muy poco todavía: salvaje, levantisco y egoísta. En una hora pone Majno en pie de guerra un ejército así, con las municiones escondidas en todos los rincones. Y menos todavía necesita para hacerle desaparecer de nuevo.
Entre nosotros, en la caballería regular de Budienny no predominaba tanto el carruaje; pero de todos modos todas nuestras secciones de artillería no iban más que en tales vehículos.
Libro "Caballería Roja" de Isaak Babel.

D

Una tachanka en un museo militar, imagen real y muy detallada.

D

En numerosas películas soviéticas aparecen combates de tachankas. Parece que es un mito muy presente en el imaginario colectivo ruso.



Hay canciones sobre tachankas que parecen muy populares por la reacción del público actual en los vídeos de conciertos tipo "Coros del ejército ruso"

En YouTube se encuentra un vídeo de lo que parece el desfile del 1 de Mayo por la Plaza Roja con Lenin todavía vivo y una formación de tachankas desfilando ante el. Ahora no tengo tiempo de buscar y seguramente la tumbaran los ávidos colectores de karma así que paso. Si a alguien le interesa que busque por "Тачанка"

D

Aclaración: El Majno a quien menciona Isaak Babel fue un líder revolucionario anarquista que encabezó el Ejercito Negro para acabar siendo derrotado por el Ejercito Rojo comunista, aunque a ratos fueron aliados para luchar contra los Ejércitos Blanco zarista y Ejército Verde que ahora no me acuerdo quien coño eran. Fue una cosa de todos contra todos.

Según cuenta "El Maestro Juan Martínez que estaba allí" (Un bailaor de flamenco burgalés en plena revolución rusa)
En el mes de septiembre atacaron de nuevo los bolcheviques. Eran las seis de la mañana cuando empezaron los tiros. La casa de juego de la Krischatika, donde yo trabajaba, estaba en aquellos momentos llena de oficiales, que tuvieron que salir corriendo. Se levantó la partida y yo me fui a casa, dispuesto a esconder de nuevo el esmoquin y a transformarme una vez más en proletario oprimido.
Esta vez los rojos tenían hasta cañones, con los que estuvieron bombardeando el centro de Kiev desde la estación. Duró el bombardeo un par de horas, y los cosacos de Denikin, contra lo que podía esperarse, no se defendieron mucho. Al mediodía ya habían evacuado la ciudad.
Sonaron unos cuantos estampidos, se advirtió allá en la plaza un momentáneo revuelo, y segundos después bajaba por la cuesta de la Fondukrestkaya a todo meter un cañón de los blancos, arrastrado en una carrera vertiginosa por los cuatro caballos que le quedaban. Montado en uno de los caballos iba un cosaco, que descargaba furiosos latigazos sobre las bestias, lanzadas al galope, y encaramados en la cureña del cañón iban otros dos, uno de ellos, boca arriba, con la cabeza colgando y las manos tintas en sangre puestas en el vientre; su camarada le sujetaba apuradamente para que no resbalase y se dejase los sesos en el empedrado. Perdidos en el estrépito del galope se oían los gritos desgarradores del herido: —¡Uvuy, mama! ¡Uvuy, mama! (¡Ay, madre, ay, madre!) —se le oía decir.
Minutos después apareció en la plaza del Gran Teatro el primer destacamento de soldados con la escarapela roja, que echó a andar por la Fondukrestkaya abajo con la bayoneta calada. Un soldado de Denikin, que se había quedado rezagado, vio venir la patrulla enemiga y no tuvo tiempo más que para pegarse como una lapa a la jamba de un portal, con la esperanza de que al pasar no le viesen. Le vieron. El soldado que iba delante en la patrulla le dio un bayonetazo que le atravesó el pecho, el que le seguía le ensartó a su vez y el otro, y el otro. Todos los soldados del destacamento le fueron dando su lanzada al pasar. Cuando pasó el último, el cuerpo del infeliz cosaco no era más que una piltrafa sanguinolenta.
A la una de la tarde todo estaba en calma, y los vecinos de Kiev se echaron a la calle disfrazados, claro es, de mendigos, pues ya se sabía que cuando venían los rojos lo más prudente era andar hecho un pordiosero. Pero cuál no sería el asombro de la gente al advertir que el ejército vencedor, que había expulsado a Denikin de Kiev, no era el ejército rojo, sino el del atamán Petliura, cuyos hombres se había puesto la escarapela roja para asustar a los cosacos, y al mismo tiempo para que, al atacar, les ayudasen desde dentro los obreros bolcheviques de Kiev.
Esta estratagema no sirvió más que para favorecer a los verdaderos bolcheviques, que venían atacando detrás de los petliuras. A las nueve de la noche comenzó de nuevo el cañoneo; hubo además un fuego muy intenso de fusilería y ametralladoras; pero los petliuras no pudieron resistir, porque, descubierta su verdadera significación, los judíos y los obreros se revolvieron contra ellos, tiroteándolos desde las ventanas y los tejados. Ni siquiera llegaron a ocupar la ciudad. Entraron por un lado y salieron por otro.

D

#4 A diferencia de los ejércitos Rojo y Negro, los términos "Ejército Blanco" y "Ejército Verde", más que a verdaderos ejércitos, hacen referencia genéricamente a los grupos armados de zaristas y campesinos, respectivamente.