Hace años vivía yo alquilado en un pisito de lo más cuco... dejad que me regodee durante unos instantes en los húmedos recuerdos de mis veintitantos... vale. Ya. El caso es que al acercarse el momento de dejar el piso se lo hice saber a su dueña, con un mes de antelación o así, para que se fuera organizando por si lo quería poner otra vez en alquiler y tal. No sé si fué un malentendido o las prisas, pero el caso es que un feliz sábado por la mañana salía yo de la ducha en toda mi gloriosa desnudez (para los de la LOGSE en pelota picá) cuando en medio del pasillo, me encontré una pareja jóven, su niñita como de seis años y una dinámica dama vestida con traje de chaqueta. Momento ojos como platos. El momento mágico duró el tiempo que tardé yo en cubrirme mis partes pudientes, y cuando volvía la baño en busca de algo con lo que cubrirme, mis visitantes, ofuscados, abrieron la primera puerta que encontraron que no era otra que la del dormitorio principal donde arrullada por las rosadas brumas postcoitales dormitaba, esta vez sí, en toda su gloriosa desnudez una ninfa de pelo negro y ojos almendrados que al ver su intimidad invadida con tal violencia pegó un grito que aún resuena en mis oídos. El resto lo podéis imaginar: Yo jurando en arameo, la agente inmobiliaria deshaciéndose en disculpas, la pareja deshaciéndose en rubores, la tierna infante señalándome y afirmando que su papá la tenía mucho más grande que yo, y la ninfa que salió por la puerta (¡Oh campos de soledad, mustios collados!) para nunca más volver.
Comentarios
Yo sí tengo una anécdota divertida.
Hace años vivía yo alquilado en un pisito de lo más cuco... dejad que me regodee durante unos instantes en los húmedos recuerdos de mis veintitantos... vale. Ya. El caso es que al acercarse el momento de dejar el piso se lo hice saber a su dueña, con un mes de antelación o así, para que se fuera organizando por si lo quería poner otra vez en alquiler y tal. No sé si fué un malentendido o las prisas, pero el caso es que un feliz sábado por la mañana salía yo de la ducha en toda mi gloriosa desnudez (para los de la LOGSE en pelota picá) cuando en medio del pasillo, me encontré una pareja jóven, su niñita como de seis años y una dinámica dama vestida con traje de chaqueta. Momento ojos como platos. El momento mágico duró el tiempo que tardé yo en cubrirme mis partes pudientes, y cuando volvía la baño en busca de algo con lo que cubrirme, mis visitantes, ofuscados, abrieron la primera puerta que encontraron que no era otra que la del dormitorio principal donde arrullada por las rosadas brumas postcoitales dormitaba, esta vez sí, en toda su gloriosa desnudez una ninfa de pelo negro y ojos almendrados que al ver su intimidad invadida con tal violencia pegó un grito que aún resuena en mis oídos. El resto lo podéis imaginar: Yo jurando en arameo, la agente inmobiliaria deshaciéndose en disculpas, la pareja deshaciéndose en rubores, la tierna infante señalándome y afirmando que su papá la tenía mucho más grande que yo, y la ninfa que salió por la puerta (¡Oh campos de soledad, mustios collados!) para nunca más volver.
¿Divertida anécdota? Hombre, chocante sí es, pero diverida...
#2 Tienes razón debería haber puesto curiosa anécdota no?
Spoiler
#2
Ni chocante diría yo. Es una clarísima crítica acerca de lo que no debe hacer un profesional del sector inmobiliario.
#7 ves? esa si es divertida. Lo del articulo enlazado nos es mas que un ejemplo cotidiano de lo ineptos que son los enseñazulos de las inmobiliarias.
#5 si huele, si.
#5 y no, no es canela
Fuente original: http://ideasenlared.com/2010/08/05/calle-arturo-soria-45-anecdotas-del-sector-inmobiliario/
Venderlo
Ni siquiera me parece que se salga de la normalidad (un poco torpe el agente si acaso)... mas bien diria que destila bilis por el resultado final.