En la octava bienal de Estambul en 2003, Doris Salcedo llenó el solar de un edificio en ruinas con 1550 sillas de madera. Éstas estaban apiladas a ras de las fachadas de los edificios de ambos lados, evocando a las masas nómadas sin rostro que sostienen nuestra globalizada economía.
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