Ese gesto tan cotidiano de servirse un vaso de leche por la mañana tiene en realidad una enorme carga evolutiva y genética detrás. Apenas hace 7.500 años que el ser humano adulto desarrolló un cambio genético que le permitió digerir este alimento más allá de su infancia; y según se desprende de una nueva investigación al respecto, esta 'mutación positiva' no se originó en el norte de Europa como siempre se ha dicho, sino un poco más al sur, en los Balcanes.
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