Hace 16 años | Por Eridesapple a elmundo.es
Publicado hace 16 años por Eridesapple a elmundo.es

(C&P) Cuando en una posterior reunión con los ex jesuitas Dan y Kevin se me ocurrió mencionar que tenía la extraña impresión de haber estado con unos niños más felices de lo normal, los dos, con gran efecto dramático, me descubrieron el "secreto": ¡Es porque son muy queridos! Ninguno de estos niños llega por accidente. Todos son intensamente deseados, y sus padres y madres tienen que librar batallas legales y hacer todo tipo de sacrificios para poder tenerlos.

Comentarios

wochi

Interesante artículo que debería hacer reflexionar a los que se oponen a la adopción de niños por parte de parejas homosexuales.
Si la decisión de tener un hijo es profundamente meditada y deseada, es sin duda en estos casos. Ya que, para conseguirlo, deben recurrir a terceras personas, ayuda médica o trámites legales. Además de luchar contra una sociedad que cuestiona su derecho y su capacidad para criar a un niño.
Y los niños son felices, porque los quieren, .... tener dos papás o dos mamás no es problema para ellos. Ojalá la sociedad les permita ser felices tratándolos con normalidad.

D

Sois muchos los que no leeis las noticias. Extraigo unos párrafos que seguro harán que vayais a leerla:

"Dan y Kevin, los padres adoptivos de Sarah, son ex jesuitas. Los dos tienen la misma edad, 46 años, y llevan 14 viviendo juntos en una hermosa casa con jardín en la zona norte de la ciudad de San Francisco (California). Tras más de una década de vida religiosa decidieron dejar los hábitos. Cada uno de ellos tomó la decisión por separado, pero ambos lo hicieron por una misma razón: anhelaban formar familia propia. Cuando, años después de dejar el convento, empezaron a compartir casa y cama, tener hijos fue su primer objetivo.

Sarah va a un colegio de monjas, donde tiene fama de ser una excelente estudiante y buena deportista. Además, en su tiempo libre estudia piano. Dan y Kevin se turnan con otros padres y madres del vecindario para llevar a su hija y otros niños al colegio por las mañanas y para recogerlos después de clase. Y, claro, ambos se turnan también para echar una mano a su hija con los deberes de clase. "Papá (Dan) me ayuda con las ciencias, y papi (Kevin) con la historia y la literatura", asegura la niña.

Ni Sarah ni sus padres recuerdan ningún incidente de estigmatización o marginación por parte de sus compañeros por el hecho de tener dos padres gays, algo que es público y que no se ha mantenido en secreto en ningún momento. Muy al contrario, a menudo la niña lleva a casa a sus compañeros para escuchar música o trabajar en algún proyecto escolar. "A mis amigos no les importa que yo tenga dos padres. Ni a los padres de mis amigos tampoco", dice Sarah como si no entendiera muy bien por qué el asunto habría de importarle a nadie.

¿Quién cocina? ¿Quién lava la ropa? ¿Quién limpia la casa? ¿Quién cuida el jardín? La respuesta es la misma para todas las preguntas: "Varía según los días, dependiendo del horario de cada uno. Cuando los dos estamos en casa nos gusta hacer esas tareas en común", según palabras de Kevin. Ambos tienen muy claro que ninguno de los dos es el "encargado" de una labor específica de tipo casero o familiar.

Los domingos por la mañana padres e hija asisten juntos a misa. Además, en estos momentos Sarah es monaguilla en la iglesia parroquial. La renuncia a la vida conventual no mermó para nada la profunda religiosidad de Dan y Kevin. Ambos están convencidos de que a la larga la postura vaticana sobre la homosexualidad evolucionará hacia una mayor comprensión. Mientras hablamos sobre esta cuestión, Sarah escucha atentamente a sus padres, quizás sin entender muy bien qué es lo que tiene el Vaticano contra ellos. Bitsy, el perro de la familia, también nos mira con desconcierto. No entiende nada de nada.

Ambos participan en actividades sociales relacionadas con la Iglesia. Dan, que es profesor de Psicología en la Universidad de San Francisco (University of San Francisco, una institución jesuita), es también vocal de actividades deportivas en la junta directiva de la asociación de padres del colegio al que asiste Sarah. A las reuniones de dicha asociación siempre acuden los dos padres juntos.

Kevin trabaja a tiempo parcial para un programa del distrito escolar de San Francisco, como consejero para adolescentes y jóvenes de orientación gay y lésbica con problemas familiares, y para la prevención del sida. Hace años renunció a su puesto de director del programa antisida del arzobispado de San Francisco -un trabajo a tiempo completo en el que tenía a su cargo numerosas instituciones sanitarias y asistenciales y cientos de empleados- para poder dedicar más tiempo a su hija, de modo que la niña no estuviera nunca sola en casa."