Vivimos en un mundo donde la libre circulación de los capitales es un dogma, pero la libre circulación de las personas es un tabú; en un país que hace sólo dos generaciones emigraba fuera para buscar su futuro y ahora, cuando lo ha encontrado, se queja de que otros pobres también quieran prosperar; en unas ciudades donde los inmigrantes con papeles (la inmensa mayoría) son iguales ante la ley a la hora de pagar impuestos, pero no tan iguales cuando se trata de votar.
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