El de Huesca, que costó 40 millones de euros, sigue siendo un aeropuerto «fantasma», sin maletas, sin pasajeros, sin aviones, salvo los «aerotaxis» o las avionetas privadas que algún mes aterrizan o despegan desde él. En seis meses, solo ha tenido 21 pasajeros, todos ellos por esos pequeños vuelos particulares y esporádicos. En enero solo hubo cuatro, en diciembre nueve, en noviembre otros cuatro, en octubre ninguno, en septiembre cuatro, en agosto ninguno. Pese a su inactividad, Aena sigue manteniendo a un nutrido grupo de trabajadores.
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