Hace un año, Montserrat Ferrer comenzó a sentirse mal. Sufría fuertes dolores de cabeza que le impedían dormir, irritabilidad y náuseas. Tras investigar por su cuenta, pensó que quizás su dolencia estaba provocada por las ondas WiFi. Por eso, retiró todo el sistema inalámbrico de su casa, pidió a sus vecinos que se quitaran el WiFi y decidió trasladar su dormitorio al salón, para alejarse de la ventana y de las antenas que transmiten este tipo de ondas. Desde entonces, ya no ha vuelto a sufrir más malestar
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