Os dicen que respetéis la ley, que estéis tranquilos, que os manifestéis en silencio después de vuestras clases y al final de la semana, después de haber estudiado y después, muy a menudo, de vuestra jornada de trabajo. Para que vosotros aceptarais esto, tendríais que tener la seguridad de que vuestro gobierno, aquel que os pide que os calméis, esté preparado para escucharos cuando le decís que una de sus decisiones no es posiblemente la mejor.
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