Desde una ventana de mi casa se veía el campo; desde otra, la trasera, se veían las cavas de los gitanos y a mí me hipnotizaba. Yo me bajaba con ellos, hice amigos, conocí sus fiestas, en las que se mezclaban los gitanos y los gachós, empezaban a celebrarse matrimonios entre unos y otros. Había integración. Conocí a los Vargas, los Vega, los Montoya... Cuando en el desarrollismo tiraron sus casas y se los llevaron a otros barrios, había que dejar espacio. Rodeados de castellanos, se encerraron en sí mismos ante una población que desconfiaba.
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