Estar en contra de la Ley de Partidos es un imperativo racional para cualquier mente democrática, como ya he dicho. En cambio, pretender–desde cualquier prejuicio político- que ello implica simpatizar con Batasuna es propio de mentes totalitarias, esas que tanto abundan a diestra y a siniestra. De hecho, como he intentado explicar, si la Ley de Partidos hubiese servido para ilegalizar al Partido Popular o a un partido de corte nacionalsocialista, también estaría en contra de ella.
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