Aislada por el invisible manto de la radiación, la central nuclear de Fukushima esconde en su interior a miles de trabajadores que, resguardados en sus trajes protectores, luchan contra la crisis atómica en mitad de un paisaje apocalíptico. Dos años después del accidente nuclear causado por un tsunami, 3.500 trabajadores se enfrentan a diario al reto de desmantelar la central, una faraónica tarea que puede tardar más de 40 años. Abierto de manera muy excepcional a los medios para una visita en la que se prohíbe hablar con los empleados.
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