Señorita, ¿a qué hora nos dan el desayuno?". Nélida Espinosa, profesora de primaria desde hace nueve años, escucha esta pregunta una y otra vez de sus alumnos. A unos metros de su aula, se calientan en una perola varios litros de leche rebajados con agua para que cundan más. En la destartalada pero limpia habitación que hace de cocina de su escuela hay, además, un saco de cartón lleno de panecillos. Es probablemente la única comida del día para muchos de los alumnos de la Escuela número 50 de Villa Andrés, en Resistencia
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