Malditos sean los soldados israelíes que asesinaron a cientos de niños y niñas como Christine. El rugido de la artillería israelí acercándose cada vez más a su barrio pobre de Al-Remal, ahogado bajo las bombas por séptimo día consecutivo, fue demasiado para Christine. Tenía 14 años, era estudiante de décimo grado e hija de un médico.
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