Desde la misma advertencia, habla de guerra, llama a la acción, señala al enemigo, exige romper esta tibieza y anomia que caracteriza a las sociedades occidentales actuales y procura sacudirlas para que tomen conciencia de que corren malos tiempos para la libertad. Defender el laicismo frente a la emergencia y belicosidad de los fundamentalismos religiosos violentos ya no es sólo una opción recomendable. Es una urgencia: lo que está en juego es el porvenir de nuestros hijos.
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