Además de malnutrición, hambre y enfermedades epidémicas, la agricultura ayudo a traer otra maldición para la humanidad: la división de clases. Los cazadores-recolectores no tenían fuentes de alimento concentradas, como rebaños o cultivos: vivían de los animales y plantas salvajes que obtenían cada día. Por lo tanto, no podía haber reyes, ni parásitos sociales que engordaran con lo que otros recogían.
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