Viajar es una aventura, pero mucha gente, por lo general turistas low cost, se empeñan en convertir cada descubrimiento en una tortura. Para ellos, viajar es sólo una oportunidad extraordinaria de comprobar lo mal que viven los demás –sea Nueva York, Dakar o Calcuta-. No por la pobreza en la que está sumida gran parte del planeta que no sale en los medios de comunicación, sino porque aquellas personas extrañas no siguen puntualmente sus manías: “¿Cómo es posible que no pueda tomar una caña a las doce de la mañana? ¡Vaya mierda de país!”
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