Cada tanto, y de manera cíclica, las pinturerías vuelven a vender sus aerosoles para que las cruces esvásticas se distingan de cualquier otro graffiti en esta ciudad. Para un judío, el símbolo nazi no es cualquier signo. Es el reflejo en la retina de una imagen hecha práctica oprobiosa, que convirtió al mundo en un infierno.
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