Sting, tan virtuoso moral y políticamente, está en un apuro. Aquí y allá se comenta que el cantante aceptó más de un millón de libras para cantar en una fiesta organizada por la hija del presidente de la República de Uzbekistán, Islam Karimov, considerado, con cierta frecuencia, un dictador escasamente sensible a los derechos civiles y a la conservación medioambiental
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