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Consejo para consumidores intrépidos: si el adjetivo acomodaticio vuelve a formar parte del vocabulario de los banqueros centrales, es razonable esperar una bajada de tipos de interés, pero si además su discurso viene jalonado de señales indirectas adicionales tal como “los tipos siguen bajos” o “aún no han alcanzado su nivel neutral”, cualquier cosa, incluso una subida de tipos, es posible. ¡Precaución! Pensároslo dos veces antes de solicitar un crédito.
Discurre el año 12.066 de la Era Galáctica. Hari Seldon, ilustre matemático de Trántor, ha caído en desgracia a ojos del Emperador. Sus catastrofistas pronósticos han levantado ampollas en la Corte. Los rumores se encadenan uno detrás de otro. “¡Se atreve a vaticinar nada menos que el fin del Imperio Galáctico!”. “¡Qué locura!”. “Dice apoyar sus conclusiones en esa absurda ciencia desarrollada por él y su equipo… ¿Cómo se llama? ¡Ah sí, psicohistoria! Una especia de mezcolanza de matemáticas, estadística, historia y psicología”.
¿Existe una legitimación de la misma naturaleza que sustente la necesidad de desgajar al Gobierno en dos, poniendo uno de los pilares más importantes de la política económica en manos de un nuevo poder, el banco central? Debiera haber un motivo de peso para ello. ¿Pero realmente lo hay? Lo hay (otra cosa es que te convenza) y se puede resumir en pocas palabras: preservar a la economía de las veleidades políticas.
Consejo para consumidores intrépidos: si el adjetivo acomodaticio vuelve a formar parte del vocabulario de los banqueros centrales, es razonable esperar una bajada de tipos de interés, pero si además su discurso viene jalonado de señales indirectas adicionales tal como “los tipos siguen bajos” o “aún no han alcanzado su nivel neutral”, cualquier cosa, incluso una subida de tipos, es posible. ¡Precaución! Pensároslo dos veces antes de solicitar un crédito.
Discurre el año 12.066 de la Era Galáctica. Hari Seldon, ilustre matemático de Trántor, ha caído en desgracia a ojos del Emperador. Sus catastrofistas pronósticos han levantado ampollas en la Corte. Los rumores se encadenan uno detrás de otro. “¡Se atreve a vaticinar nada menos que el fin del Imperio Galáctico!”. “¡Qué locura!”. “Dice apoyar sus conclusiones en esa absurda ciencia desarrollada por él y su equipo… ¿Cómo se llama? ¡Ah sí, psicohistoria! Una especia de mezcolanza de matemáticas, estadística, historia y psicología”.
¿Existe una legitimación de la misma naturaleza que sustente la necesidad de desgajar al Gobierno en dos, poniendo uno de los pilares más importantes de la política económica en manos de un nuevo poder, el banco central? Debiera haber un motivo de peso para ello. ¿Pero realmente lo hay? Lo hay (otra cosa es que te convenza) y se puede resumir en pocas palabras: preservar a la economía de las veleidades políticas.