“—¿Te puedo pedir una cosa?
—Sí, dime.
—No te acostumbres a mi.
—¿Como así?
—Que no te acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad, a mi olor, ni a mis risas atemporales, ni a mis besos. No te acostumbres a que me cuentes tus cosas ni que te escuche con atención. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, ni te acostumbres ni a mi rabia ni mis celos irracionales, ni a reirte de las cosas que te digo.
—¿Y eso a que viene?
— A nada, simplemente que algún día me cansare y me iré y echarás de menos esas cosas a las que estas ahora acostumbrada y no valoras.”
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Un "te quiero", no es preciso decirlo con palabras. Me da igual si me lo dices todos los días o cada ocho años, lo que me dirá "te quiero", no son dos palabras... será tu mirada, tu forma de ser conmigo, tus gestos hacia mí, tus detalles, tu modo de pensar en mí y hacia mí... El que digas un "te quiero" de higos a brevas y sepas decirlo muy bien, y lo digas en un momento especial, no servirá de nada si luego te cojo del brazo y me dices que me suelte, que te doy calor; si luego te da corte que te bese delante de tu familia, o de la gente; si luego quiero acurrucarme y me dices que soy una pegajosa; si luego... no me demuestras que esas palabras, por muy bien dichas que estén, son verdad.
"Amores, son acciones, y no buenas razones".