Aparte de toda la casuística que queramos ponerle, lo que demuestra de forma un poco teatral pero didáctica es que la velocidad es un factor circunstancial frente al estado del tráfico, el estado de la vía, el estado del coche o la educación de los conductores. Y por ello es más sangrante que la DGT y el gobierno dediquen el 80% de sus esfuerzos a perseguir la velocidad, el 19% a perseguir el alcohol (justamente) pero solo el 1% a corregir todos los demás factores. Sólo con mantenimiento de la red secundaria y comarcal de carreteras se evitarían más muertes al año que con todas las campañas contra la velocidad.
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