Un país rico esquilmado por las élites extractivas. La fuga de capitales, la sangría de una sociedad. La apropiación de los recursos para beneficio de unos pocos y su explotación por intereses extranjeros. Políticos vendidos y corruptos marionetas de esas élites.
Los impuestos y la redistribución social son el caballo de batalla de la derecha más retrograda y recalcitrante. Es visceral su rechazo a estas instituciones.
Pese a ello, y a trancas y barrancas, desde la racionalidad de la derecha constructiva se reconocen las funciones que realizan los impuestos y la redistribución favoreciendo el dinamismo económico, la cohesión y la paz social. Muchos servicios públicos pagados con los impuestos son necesarios y contribuyen al beneficio y engranaje económico (justicia, sanidad, seguridad ciudadana, educación, comunicaciones, transporte de energía, etc.). Por otra parte la redistribución mantiene y aumenta la demanda.
Creer que no hay que alimentar al sistema y contribuir a su mantenimiento para lograr mayor prosperidad para todos es situarse en la negación ignorante.