Resulta que a Illa amparada por su carácter de singularidad urbanística (7 km² /5.000 habitantes) queda eximida de los 100 m que marca la línea de costa en zonas consideradas urbanas, dotadas de servicios de alcantarillado, luz, agua, etc. como es, en este caso concreto, la zona de Cabodeiro.
Qué ocurre en estos casos por norma general? Que los especuladores compran por dos duros a esos paisanitos que tienen ese cachito de pinar rústico, no edificable, y a los dos días consiguen una recalificación del ayuntamiento, consiguiendo que las normas urbanísticas cambien a la medida de sus intereses económicos.
Se da la circunstancia de que en esa franja de terrenos existen cuatro viviendas, más antiguas y alejadas de la franja marítima, a las que Costas abrió expedientes de derribo por incumplir la legislación y estar edificadas a menos de cien metros de la costa.
Cierto es que a Illa tiene que crecer, pero no a cualquier precio, destruyendo su envidiable entorno natural y primando sólo los intereses de esos ladrones de guante blanco, sino dejando que el pueblo se expanda saludablemente y sus gentes puedan vivir en su finca de toda la vida. Pero no, los jóvenes autóctonos se ven obligados a comprar en los pueblos colindantes porque si son propietarios de un cachito de tierra lo más probable es que su propiedad no sea edificable y la opción de comprar un piso sólo está al alcance de unos pocos bolsillos, como el de Pepiño.
Video ilustrativo:
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Resulta que a Illa amparada por su carácter de singularidad urbanística (7 km² /5.000 habitantes) queda eximida de los 100 m que marca la línea de costa en zonas consideradas urbanas, dotadas de servicios de alcantarillado, luz, agua, etc. como es, en este caso concreto, la zona de Cabodeiro.
Qué ocurre en estos casos por norma general? Que los especuladores compran por dos duros a esos paisanitos que tienen ese cachito de pinar rústico, no edificable, y a los dos días consiguen una recalificación del ayuntamiento, consiguiendo que las normas urbanísticas cambien a la medida de sus intereses económicos.
Se da la circunstancia de que en esa franja de terrenos existen cuatro viviendas, más antiguas y alejadas de la franja marítima, a las que Costas abrió expedientes de derribo por incumplir la legislación y estar edificadas a menos de cien metros de la costa.
Cierto es que a Illa tiene que crecer, pero no a cualquier precio, destruyendo su envidiable entorno natural y primando sólo los intereses de esos ladrones de guante blanco, sino dejando que el pueblo se expanda saludablemente y sus gentes puedan vivir en su finca de toda la vida. Pero no, los jóvenes autóctonos se ven obligados a comprar en los pueblos colindantes porque si son propietarios de un cachito de tierra lo más probable es que su propiedad no sea edificable y la opción de comprar un piso sólo está al alcance de unos pocos bolsillos, como el de Pepiño.
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