Es una verdadera lástima. No era el periodista más conocido, no era el más carismático, pero era sin duda alguna uno de los que durante más horas me ha acompañado en las últimas horas del día, cuando la noche se cierra y si estás trabajando y no eres de los que te entusiasman los ritmos más de moda, las tertulias de Carlos y esa voz grave que tenía me acompañaba y me sosegaba.
Gracias por todo y descansa.
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No resulta nada extraño entrar en un Mercadona y encontrarse con un trabajador o trabajadora, luciendo un vendaje o portando un brazo en cabestrillo. Por lo visto tienen unos servicios médicos propios (con un manual de actuación que lo han debido de sacar directamente del que tenían en las obras del Valle de los Caídos), los cuales determinan si el trabajador está en condiciones para trabajar o no. El que yo pueda observar a una chica coger cajas de cartón, romperlas y apilarlas con una sola mano, porque la otra la tiene escayolada, me resulta penoso, y estoy convencido que a la trabajadora también. La imagen que da es más propia de un país que vive en los años cuarenta en la máxima de “lo que usted mande señorito, que para eso estamos”. Pero sin duda eso a esta empresa sin escrúpulos, le viene al pairo. ¿Qué comité tiene (si es que lo tiene) Mercadona? ¿Qué responsables tiene? ¿Dónde y en qué momento decidieron hacer lo que hacen e irse de rositas? Lo de este trabajador al que le han dado la patada porque una pericarditis (cosa seria señores) le impide hacer otra cosa que no sea guardar reposo, clama al cielo. O al infierno.