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Unos mil niños viven en las calles de Katmandú. Se ganan la vida como mendigos, recogedores de plástico, porteadores o vendedores callejeros, sumergidos en un submundo con sus propias reglas y relaciones de poder. Tienen entre ocho y quince años y la mayoría fuman, beben o esnifan pegamento, y no pocos de ellos son violados por compañeros o pederastas occidentales. Dandoles limosnas o comprándoles cosas, los turistas no hacen más que reforzar la actitud de los niños.
Los salones subterraneos de la Reina de la montaña, excavados en la roca, hacen parecer a Vardzia un lugar sacado de las paginas de El señor de los anillos. Pero esta cueva-palacio-monasterio no fue construida por enanos, sino por georgianos del Caucaso por orden de su legendaria reina Tamar.
Unos mil niños viven en las calles de Katmandú. Se ganan la vida como mendigos, recogedores de plástico, porteadores o vendedores callejeros, sumergidos en un submundo con sus propias reglas y relaciones de poder. Tienen entre ocho y quince años y la mayoría fuman, beben o esnifan pegamento, y no pocos de ellos son violados por compañeros o pederastas occidentales. Dandoles limosnas o comprándoles cosas, los turistas no hacen más que reforzar la actitud de los niños.
Los salones subterraneos de la Reina de la montaña, excavados en la roca, hacen parecer a Vardzia un lugar sacado de las paginas de El señor de los anillos. Pero esta cueva-palacio-monasterio no fue construida por enanos, sino por georgianos del Caucaso por orden de su legendaria reina Tamar.