¡Siempre frío!
La más grande tempestad en todas partes;
los arroyos se han convertido en ríos
y cada lago ha quedado rebosado.
Como un magno mar cada lago se eleva,
cada cosa pequeña es una multitud,
las gotas de lluvia son blocas de escudos,
los copos, son pieles de carnero blanco.
Un pozo es cada sucio charco,
Se alza el llano, un bosque es cada páramo;
no hay refugio para las bandadas de aves que tiemblan
y la blanca nieve nos llega a la cadera.
La escarcha ha cortado los caminos
rodeando, artera, el menhir de Colt:
la tempestad se atrinchera por todos lados
y nadie atina más que a decir “¡Frío!”.
(Poema anónimo, siglo IX)
Invoco a la dulce tierra de Éire
Bañada por el pródigo océano de luz.
Fértil es la montaña colmada de fruta,
Fruta esparcida por el bosque de lluvias,
De lluvia es el rio de cascadas,
Cascadas junto al lago de profundo lecho,
Hondo es el pozo de la cumbre,
Una hondonada de tribus es la asamblea.
Una multitud de reyes es Tara,
Tara es la colina de las tribus milesias,
Las tribus milesias de los descendientes de Míl,
De Míl el de los barcos formidables,
Como un barco formidable es la dulce tierra de Éire,
Dulce tierra de Éire cantada con misterio,
Y conjuro de gran conocimiento,
La gran ciencia de las esposas de Bres
Las esposas de Bres de Buaigne
Pero a la inmortal diosa Éire,
Eremon la ha enamorado.
Yo, Amergin, la invoco.
Invoco a la dulce tierra de Éire.
(Canción de Amergin, año 1.268 antes de Cristo)
menéame