Frases y fragmentos de libros
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Frank Sinatra - Sobre el Rock & Roll

“La música rock la hacen deficientes que cantan letras maliciosas, lascivas. Es la forma de expresión más brutal, nauseabunda, desesperada y viciosa que he tenido la desgracia de escuchar”.

“Yo a esa mierda de música llamada Rock and Roll, no le doy ni 5 años de vida”.

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Brothers in arms

Hay tantos mundos distintos, 

tantos soles diferentes.

Y solo tenemos un mundo, 

pero vivimos en diferentes.

Mark Knopfler (Dire Straits)

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Cita - Internet

“Como la mayoría de los primeros entusiastas, siempre pensé que la forma en que Internet fomentaba la multitarea, hacía que los usuarios fueran menos vulnerables a la manipulación, al tiempo que explotaban aún más la capacidad de nuestro cerebro que antes. Aparentemente, no”. 

Douglas Rushkoff

 

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Denis Diderot

Denis Diderot

“Del fanatismo a la barbarie hay un solo paso”.

Denis Diderot (1713 – 1784)

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Cuento - "El rey generoso"

Un rey muy poderoso, que un día se aburría, convocó a un derviche y le pidió que le contara una historia.

- Majestad – respondió el derviche – le contaré la historia de un rey que fue el más generoso de todos los tiempos, porque si os parecéis a él seréis ciertamente el más grande de todos los reyes vivos.

Se sintió crecer una gran tensión entre los que escuchaban este intercambio de palabras, porque nadie hablaba así al rey. Era costumbre regalarle los oídos diciéndole que ya era el más grandioso rey vivo, porque por su puesto poseía las más grandes cualidades en un grado nunca igualado.

- Cuéntame esa historia – replicó el rey, visiblemente enfadado – pero ten mucho cuidado, porque si tu historia no está a la altura de tus palabras se te cortará la cabeza por haber calumniado a tu rey.

El derviche, sin dejarse intimidar lo más mínimo, contó entonces la larga historia de un rey que sacrificó su reino e incluso su propia persona para que nunca nadie pudiera sufrir por su causa.

Después de escuchar esta historia, que le había cautivado, el rey olvidó sus amenazas y declaró:

- He aquí un excelente cuento, derviche, del que sabré sacar buen provecho. Tú no puedes sacar partido de él porque no posees nada y no tienes nada para dar. Has renunciado a todo y no esperas nada más de esta vida. Pero yo, yo soy un rey, rico y poderoso, y verás que puedo mostrarme el más generoso de todos, más de lo que jamás podrías imaginar. Sígueme y mira bien lo que voy a hacer.

El rey se fue a lo alto de una colina que podía verse desde toda la ciudad y convocó allí a sus mejores arquitectos, ordenándoles construir una inmensa edificación compuesta por una gran sala central rodeada por un muro con cuarenta ventanas. Después ordenó que se trasladara una parte importante de su tesoro al interior de este edificio. Todos los medios de transporte fueron movilizados para transportar montones de piezas de oro, lo que llevó mucho tiempo.

Una vez que todo estuvo listo, el rey hizo anunciar por todo el reino que cada día él aparecería en cada ventana con el fin de distribuir sus riquezas entre los indigentes del reino.

Rápidamente la noticia se extendió, y cada día los necesitados se presentaban alrededor de las numerosas ventanas para recibir algunas monedas de oro de las manos del soberano.

Al cabo de varios días, el rey reparó en la jugada de un hombre, claramente un derviche, que cada día venía, cogía una pieza de oro y después se iba, sin siquiera dar las gracias al rey, al contrario que los demás mendigantes.

El rey se sorprendió de ver a tal hombre venir así para coger piezas de oro. Al principio, encontró buenas razones, diciéndose que era sin duda para distribuir aquellas piezas a algunos pobres, que era una forma de caridad. Pero la sospecha fue tejiendo lentamente su red, y al final de una cuarentena de días, su paciencia al límite, el rey se irritó abiertamente de este jueguecito e interpeló al derviche:

- ¡Especie de ingrato! ¿No sabes dar las gracias por lo que hago? ¿No puedes inclinarte como los otros? Vienes día tras día a recibir una pieza de oro, ¿no podrías por lo menos sonreír como signo de agradecimiento? ¿Hasta cuándo va a durar esto? ¿Es que por casualidad te aprovechas de mi generosidad para hacerte rico, o para practicar la usura? ¡Tu comportamiento no es digno de un derviche! ¡Llevas ese atuendo remendado para engañarnos mejor!

En cuanto hubo pronunciado esas palabras, el derviche sacó las cuarenta piezas de oro de su bolsa y las tiró a los pies del rey:

- ¡Recupera tu oro, rey generoso! Y sabed que la generosidad no tiene sentido sin tres condiciones.

Dar sin experimentar el sentimiento de ser generoso.

Dar sin esperar nada a cambio.

Dar sin dudar nunca de nadie.

¿Sabrás tú, jamás, ser generoso?

Cuento sufí

¿Esperamos siempre algo a cambio? 

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El amor en los tiempos del cólera

“…siguió evocando hasta el amanecer las excelencias del marido, sin reprocharle otra deslealtad que la de haberse muerto sin ella, y redimida por la certidumbre de que nunca había sido tan suyo como lo era entonces, dentro de un cajón clavado con doce clavos de tres pulgadas, y a dos metros debajo de la tierra.

—Soy feliz —dijo— porque solo ahora sé con seguridad dónde está cuando no está en la casa.”

Gabriel García Márquez, ”El amor en los tiempos del cólera” (1985)

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Dar y Perder la Vida (Relato macabro)

Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital, conocí a una niñita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. 

Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre.

Yo lo vi dudar por un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:

“Sí, lo haré si eso salva a Liz”.

Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña.

De pronto, el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: 

“¿A qué hora empezaré a morir?”

No había comprendido al doctor: pensaba que tendría que darle toda su sangre a su hermana, y aun así había aceptado.

www.taringa.net/+imagenes/queres-ser-mejor-persona-te-cuento-algo-cort

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Los seis ciegos y el elefante

Había una vez seis hindúes ciegos de saber que quisieron conocer qué era un elefante. Como no podían ver, quisieron averiguarlo a través del tacto.

El primero en indagar, llegó junto al elefante y se chocó con su duro lomo y dijo: “Es duro y liso como una pared”.

El segundo, tocó el colmillo, y gritó: “Ya veo, el elefante es tan agudo como una lanza”.

El tercer hombre tocó la trompa y dijo: “Ya sé, el elefante es como una serpiente”.

El cuarto tocó su rodilla y dijo: “Veo que el elefante es como un árbol”.

El quinto sabio se acercó a la oreja y dijo: “El elefante es como un abanico”.

Finalmente, el sexto tocó la cola del animal y dijo: “está claro que el elefante es como una soga”.

Así es como los sabios comenzaron a discutir y pelearse por ver quién estaba en lo cierto. Cada uno con su propia opinión, y todos tenían parte de razón, pero solo conocían un fragmento de la realidad.

 

Cuento atribuido a un sufí persa del siglo XIII conocido como Rumi

(Reflexionar acerca de la incapacidad de los seres humanos para comprender todos los planos de la realidad y una enseñanza acerca de la riqueza que supone tener diferentes perspectivas sobre un mismo asunto.)

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Cita - La maldad

"Nada se puede aceptar de un malvado, so pena de envilecerse".

Atribuida a Madame Roland

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Lo que, al morirse, dijo un genovés a su alma

Un día hablaba el Conde Lucanor con su consejero Patronio y le contaba lo siguiente:

-Patronio, gracias a Dios yo tengo mis tierras bien cultivadas y pacificadas, así como todo lo que preciso según mi estado y, por suerte, quizás más, según dicen mis iguales y vecinos, algunos de los cuales me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo. Pero aunque yo siento grandes deseos de hacerlo, por la confianza que tengo en vos no la he querido comenzar hasta hablaros, para que me aconsejéis lo que deba hacer en este asunto.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés.

El conde le pidió que así lo hiciera.

Patronio comenzó:

-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico y muy afortunado, en opinión de sus vecinos. Este genovés enfermó gravemente y, notando que se moría, reunió a parientes y amigos y, cuando estos llegaron, mandó llamar a su mujer y a sus hijos; se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el mar y la costa; hizo traer sus joyas y riquezas y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma:

»-Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; si quieres naves y galeras que te produzcan riqueza y aumenten tu honra, ahí están, en el puerto que se ve desde esta sala; si buscas tierras y huertas fértiles, que también sean frescas y deleitosas, están bajo estas ventanas; si quieres caballos y mulas, y aves y perros para la caza y para tu diversión,  y hasta juglares para que te acompañen y distraigan; si buscas casa suntuosa, bien equipada con camas y estrados y cuantas cosas son necesarias, de todo esto no te falta nada. Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga.

»Y vos, señor Conde Lucanor, pues gracias a Dios estáis en paz, con bien y con honra, pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, pues quizás esos consejeros os lo dicen porque saben que, una vez metido en ese asunto, por fuerza habréis de hacer lo que ellos quieran y seguir su voluntad, mientras que ahora que estáis en paz, siguen ellos la vuestra. Y quizás piensan que de este modo podrán medrar ellos, lo que no conseguirían mientras vos viváis en paz, y os sucedería lo que al genovés con su alma; por eso prefiero aconsejaros que, mientras podáis vivir con tranquilidad y sosiego, sin que os falte nada, no os metáis en una empresa donde tengáis que arriesgarlo todo.

Al conde le agradó mucho este consejo que le dio Patronio, obró según él y obtuvo muy buenos resultados.

Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla:

El que esté bien sentado, no se levante.

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Cita de José Luis Sampedro

“Yo no puedo decir si hay Dios o no. Creo que no, pero no tengo seguridad. Ahora, tengo la seguridad de que el Dios que nos vende el Vaticano es falso, y lo compruebo leyendo la Biblia con la razón y no con la fe. Cuando creemos lo que no vemos, acabamos por no ver lo que tenemos delante.“

José Luis Sampedro 

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La inmortalidad - Milan Kundera

"Pienso, luego existo, es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas."

Milan Kundera, "La inmortalidad"

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Cita - La manipulación

“A veces lo único que se propone un manipulador es simplemente desorganizar la galería por el puro gusto de hacerlo. Existen personas así en nuestra sociedad".

Atribuida a Ken Kesey

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Cita de Susan Ertz

Cita de Susan Ertz

“Hay millones de personas que suspiran por la inmortalidad cuando no saben qué hacer una tarde lluviosa de domingo”.

Susan Ertz

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Cita - Otros sitios

"Necesito unos zapatos nuevos urgentemente, los que tengo me llevan siempre a los mismos sitios".

Karmelo C. Iribarren, Diario de K (2014)

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Manuel Rivas - El lápiz del carpintero -

Manuel Rivas - El lápiz del carpintero -

Lo único bueno que tienen las fronteras son los pasos clandestinos.

"El lápiz del carpintero" (1998).



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Cita del libro "Caperucita en Manhattan"

Cita del libro "Caperucita en Manhattan"

“Para mí, vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald... Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar... y vivir es reírse...”

Carmen Martín Gaite, “Caperucita en Manhattan” (1990)

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Cita - La falsedad

“No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”.

Aristóteles, 384 a. C. -322 a. C.

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Cita de Charles Bukowski

"En el amor y en la guerra, todo vale menos arrastrarse. En la guerra se muere de pie, y en el amor, se dice adiós con dignidad".

Atribuida a Charles Bukowski

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Cita - "Homo Deus"

"En lugar de temer los asteroides, deberíamos temernos a nosotros mismos."

Yuval Noah Harari, Homo Deus (2015)

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John Barleycorn

John Barleycorn

John Barleycorn apela a la debilidad y al fracaso, al cansancio y al agotamiento. Él es la salida fácil. Y miente todo el tiempo. Ofrece falsa fuerza al cuerpo, falsa elevación al espíritu, haciendo que las cosas parezcan lo que no son y mucho más bellas de lo que son.

Jack London, John Barleycorn

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EL cuento de las arenas

Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto.

Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaba a éstas.

Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo le susurró:

-El Viento cruza el desierto y así puede hacerlo el río.

El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.

-Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino.

-¿Pero cómo esto podrá suceder?

-Consintiendo en ser absorbido por el viento, respondió la voz.

Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad.

-¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?, preguntó el río.

-El viento, dijeron las arenas, cumple esa función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río.

-¿Cómo puedo saber que esto es verdad?

-Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano y aún eso tomaría muchos, pero muchos años; y un pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río.

-¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?

-Tú no puedes en ningún caso permanecer así, continuó la voz. Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial.

Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento.

También recordó –¿o le pareció?– que eso era lo que realmente debía hacer, aun cuando no fuera lo más obvio.

Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas, pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia.

Reflexionó:

-Sí, ahora conozco mi verdadera identidad.

El río estaba aprendiendo, pero las arenas susurraron:

-Nosotras conocemos, porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras las arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña.

Y es por eso que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las Arenas.

Awad Afifi el Tunecino

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Cita - Sartre

“Cada palabra tiene consecuencias. Cada silencio, también”.

Atribuido a Jean-Paul Sartre

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Fábula china - La maldad

Hace mucho, mucho tiempo, en el lejano oriente, y más concretamente en Japón, vivía cerca de Tokio, un respetado samurái, que había llegado a ser reverenciado tras innumerables batallas ganadas con honor.

Su tiempo de guerrero en el campo de batalla había sido grande, y ahora, este sabio samurái, pensaba impartir sus enseñanzas a los más jóvenes, pese a que se seguía creyendo la leyenda de que era capaz de derrotar a cualquier adversario, por muy temido que fuese.

Una tarde de verano, apareció cerca de su casa un guerrero conocido por sus malas artes, su soberbia y su poca caballerosidad. Le conocían por buscar lo más fácil, ser provocador y no tener el más mínimo escrúpulo. Le gustaba molestar a su adversario, hasta que éste, movido por la ira, realizara un movimiento, lo que utilizaba para atacar por sorpresa.

Él decía que jamás había sido derrotado. Y esa tarde quiso probarlo con el respetado samurái para hacer más grande su fama.

A pesar de la oposición de los estudiantes, el sabio samurái aceptó el desafío, y la contienda comenzó.

El guerrero malvado, fiel a sus malas artes, empezó a insultar al sabio samurái, llegando a tirarle piedras e incluso escupirle en la cara, además de gritarle todo tipo de insultos e improperios dirigidos contra él y también contra sus ancestros.

Así se sucedieron los minutos y las horas, sin respuesta alguna del sabio samurái que permanecía impasible. 

Pasada la tarde, ya exhausto y ciertamente humillado, el irreverente guerrero se dio por vencido y se fue.

Los aprendices de samurái, indignados por los insultos que había recibido el maestro y a los que no había respondido con iguales groserías, le preguntaron:

- Maestro, ¿Cómo habéis podido soportar toda esta indignidad? ¿Por qué no blandisteis vuestra espada contra todas esas mentiras, en vez de no luchar delante de nosotros?, preguntaron.

A lo cual, el maestro les cuestionó:

- Si alguien llega con un presente y no lo aceptáis, ¿a quién pertenece el regalo?, les inquirió.

– ¡A quien lo vino a entregar!, respondió un alumno.

Pues lo mismo vale para la rabia, las mentiras, los insultos y la envidia, respondió el maestro samurái. Cuando no son aceptados, siguen perteneciendo a quien los llevaba consigo, y ahora él lleva toda esa basura atravesada en su conciencia y en su estómago, por toda la eternidad, para siempre.

Fábula china (autor desconocido)

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Cita de "Orgullo y prejuicio"

Cita de "Orgullo y prejuicio"

“Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano, y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia.”

Jane Austen, “Orgullo y prejuicio”, (1813)

Biografía

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menéame