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Documento histórico transcendental para comprender la actual situación institucional de España, como una monarquía católica corrupta, desconocido para el gran público. Minuto 0:52 Manuel Fraga.

Era una fría mañana del 28 de febrero de 1961, cuando el régimen militar fascista español se disponía a escenificar una astracanada esperpéntica en la basílica del monasterio de San Lorenzo de El Escorial en la sierra madrileña, para intentar congraciarse con las potencias internacionales, singularmente con los Estaros Unidos de América, reuniendo a todo su aparato fascista, incluidos los gerifaltes de las Cortes, de la Justicia y la burocracia estamental sindical y de la Administración del Estado. La nueva ocurrencia de los capitostes de la dictadura ibérica era mostrar por doquier un fervoroso ímpetu monárquico, no sólo del último reyezuelo que había reinado hasta su expulsión y huida de España -Alfonso Borbón-, cuyo vigésimo aniversario de su muerte se utilizaba de modo oportunista, sino de toda la dinastía histórica. La razón de semejante astracanada venía impuesta por las exigencias de USA -que estaba poniendo muchos millones de dólares en el suelo ibérico-, en el sentido de que el régimen tenía que encontrar una salida institucional más o menos decente, una vez superados los primeros años tras el golpe de Estado que le llevó a ocupar el poder por la fuerza de las armas. Desde fuera se veía como un esperpento ridículo a un régimen que se autodefinía en sus leyes orgánicas como un reino, pero que carecía de rey, que tenía como jefe del Estado a un militar que se autoproclamaba unas veces como caudillo, otras como su excelencia el jefe del Estado y otras como generalísimo de los ejércitos nacionales, un régimen que postulaba una suerte de batiburrillo de principios de un denominado Movimiento Nacional, que en realidad era un partido único de corte fascista, defensor de una cosa rarísima que ellos definían como democracia orgánica, basada en la representación por gremios estamentales, como el sindicato vertical, la familia o el municipio, pero que negaba las más elementales libertades y derechos fundamentales de la persona, como la libertad de expresión, la libertad ideológica, religiosa, de cátedra, el pluralismo político o la libertad de prensa e imprenta, entre otras. De manera que, desde los USA se empezó a urgir al régimen para que fuera normalizando y fijando una línea clara sobre la forma institucional del régimen, abandonando las solemnes ridiculeces sobre las que se basaba todo su tinglado corporativista, a medio camino entre el fascismo musoliniano y un tradicionalismo imperial hispánico, de carácter paranoico, que pretendía remontarse nada menos que a la época medieval de los Reyes Católicos, cuando no a los gestos del Imperio Romano, como las centurias, el exhibicionismo imperial de opereta y los saludos marciales.

En este contexto, el régimen decide apostar por recuperar la monarquía de los Borbones, reinstaurando una nueva línea dinástica, cuya cabeza era precisamente el dictador Francisco Franco, en la inteligencia de retornar a una forma política del Estado como monarquía, que ya se vería en el futuro cómo podría articularse, siempre que se garantizara el sistema corrupto de castas y las relaciones de poder económico tradicionales del caciquismo español (que es, por cierto, la actual situación del régimen español), así como los privilegios de la iglesia católica.

Asesorados por los viejos monárquicos y bajo la tutela permanente en la sombra de los USA, los franquistas organizan simultáneamente tres operetas: la de El Escorial, que vemos en el vídeo, la de Barcelona en la iglesia de La Merced, a cargo del capitán general de Cataluña y de su esposa la marquesa de Villatorcas (amigos íntimos de los Franco) y la de Sevilla en la capilla real de la catedral hispalense. También el conde de Mayalde -a la sazón cacique de la alcaldía de Madrid-, presidió otro acto similar.

Había que dar la impresión de ser los más monárquicos de la Historia, obligando al presidente de las Cortes, Esteban Bilbao -que había sido muy agresivo y beligerante con USA durante el aislacionismo del régimen en Naciones Unidas-, a encabezar la comitiva de recepción del dictador militar y de toda su camarilla. Así, en la astracanada de El Escorial, llevaron al títere del régimen, Juan Carlos Borbón ostentando la representación -decía la propaganda del régimen- de su padre el conde de Barcelona, algo completamente ridículo porque el padre de Juan Carlos no era nadie, sus títulos carecían de auténtica virtualidad jurídica porque fueron desposeídos por sentencia de las Cortes de la República española, aparte de ser un golfo que vivía un exilio dorado fuera de España, disfrutando de la fortuna robada a los españoles por su padre, a la espera de que le tocara el chollo de ser rey sin dar un palo al agua.

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«El peor defecto de toda Constitución, incluso cuando no es tal porque no separa los poderes estatales en origen, consiste en que no sea practicable, que sea ficticia además de facticia. Y ninguna Constitución europea, especialmente en los países mediterráneos, es aplicable en la práctica política. El abismo entre norma y realidad no permite hacer una teoría del Estado de Partidos, salvo que sea puramente descriptiva de su ficción y de la causa genética de su corrupción. Por eso no puede haber en Europa más que demagogia, en lugar de democracia; propaganda en lugar de veracidad en el análisis político; cinismo intelectual en universidades y medios de comunicación, en lugar de investigación y descripción de la realidad fáctica del régimen partitocrático; indiferencia de los gobernados en lugar de interés por lo que les concierne; educación especializada en lugar de instrucción general; difusión de conocimientos tecnológicos en lugar de los científicos y humanistas; cultura de consumo y de espectáculo, en lugar del cultivo de la inteligencia, de los saberes y la sensibilidad estética.»

Antonio García-Trevijano, “Teoría Pura de la República”. http://www.facebook.com/teoriapuradelarepublica

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#2 Esas son distintas, de otros programas.

¿Por qué no rebate nadie a este señor? Lo curiso es que a este abogado no le rebaten.

JRMora

#3 #6 El mismo vídeo de Interconomía ha sido enviado muchas veces, recuerdo haberlo visto en más de una ocasión:

Antonio García-Trevijano, político y pensador republicano, estalla en Intereconomía: "La Constitución es falsa".

Hace 11 años | Por --305898-- a youtube.com

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Antonio García-Trevijano en twitter:@gtrevijano