Sin olvidarnos del elemento clave: el caos. El caos según demuestra el estudio de los ingenieros informáticos, profesores catedráticos de la Universidad de Aragón, introduce el valor fundamental que imposibilita por completo y para siempre el éxito de cualquier fórmula con la que se busque controlar de alguna forma la economía por parte de quien sea, denomínese estado, ministerio, ayuntamiento, en general grupos organizados.
No sé si sabéis que los funcionarios públicos, 2,3 millones de ciudadanos son los únicos que gozan del privilegio de elegir si pagan por tener sanidad pública o sanidad privada. Y a que no sabéis que el 85 % de estos 2 millones y pico, o sea un millón novecientos mil de ellos optan por tener una mutua privada de salud en vez de cotizar a la sanidad pública. Lo que tendríamos que exigir al estado es precisamente menos intromisión en nuestras vidas y en nuestras finanzas. Por qué los demás ciudadanos estamos obligados a cotizar a la sanidad pública y los señores funcionarios que pagamos con nuestros impuestos pueden elegir una u otra. Que nos dejen elegir a todos dónde queremos cotizar y seguramente ocurrirá lo mismo, que la mayoría iremos corriendo a la privada donde la calidad de todo no sólo de la atención médica está más que sobradamente demostrada frente a los hospitales y ambulatorios de la seguridad social. Y si conseguimos recuperar nuestra libertad de elección, entonces este debate sobre si van a transferir hospitales y se las van a dar a sus amiguetes quedaría completamente pasado. Hay que hacer entre todos el ejercicio de dejar de pensar que el estado de bienestar es nuestra solución, cuando lo estamos viendo con cada día que pasa que es nuestra perdición. Nos han vendido un cuento chino que sí al oído suena de miedo, pero que es una pura utopía para los currantes de la calle y es un chollo para quienes nos dirigen: la casta política. Los suecos, inventores del dichoso estado del bienestar, hace ya 20 años que se dieron cuenta de su fracaso y de su inviabilidad y empezaron a adoptar reformar profundamente liberales en su país como por ejemplo el cheque escolar. Más vale ser libres y asumir las riendad de nuestras propias vidas que entregar de media más de seis meses de nuestra vida productiva al estado para que piense por nosotros y para que unos cuantos caradura que los gestionan vivan del cuento a nuestra costa.