J. J. Abrams es un excelente director de cine que hace películas que no cuentan nada. Saltó a la fama principalmente por la serie "Perdidos" (Lost) y más recientemente conocido por películas como “El despertar de la Fuerza”, que dio inicio a la nueva saga de Star Wars. Sus producciones se caracterizan por una sublime puesta en escena a nivel artístico y técnico que conforman obras sorprendentemente vacías de contenido.
La serie de Antidisturbios, recientemente estrenada, aborda una temática controvertida pero no logra tener un enfoque claro. Vista de principio a fin, la calidad técnica es indiscutible y merece mucho reconocimiento pero, aun con sus virtudes, la obra en su conjunto deja una sensación decepcionante. El problema no es lo que nos muestra, que está muy bien realizado, sino lo que omite.Cuenta la historia de los integrantes de una unidad de antidisturbios implicados en un homicidio imprudente. Esto sirve de punto de partida hacia la trama central, que habla sobre una corruptela de las altas esferas. Una trama que salpica a algún político, policías, jueces y medios de comunicación.La descripción de los antidisturbios se basa en las humildes vidas de "los mandaos", esos quienes reciben las órdenes, los que están al pie del cañón. Nos enseña cómo las ejecutan y en qué condiciones. El valor de la serie es hacer que nos pongamos las botas, el chaleco y el casco y vivamos intensamente desde dentro la vida de estas personas, que sintamos lo que sienten, que conozcamos a los seres humanos que hay dentro, sus vidas, la precariedad y miserias de su trabajo. Y al mismo tiempo poder mirar hacia el lado opuesto y ver de primera mano las consecuencias de sus acciones, la injusticia y el desgarro cuando la violencia es ejercida contra los más débiles. Está ambientada de manera muy realista, y te hace estar en todo momento dentro de la acción.Pero hay algo que hace que el ritmo vaya decayendo capítulo a capítulo, bien sea porque se olvida rápidamente de los débiles de la historia como la familia desahuciada o los que reciben los porrazos (aunque sí hace un ligero seguimiento de la historia del inmigrante fallecido), bien porque deja de cuestionar las actuaciones policiales como tal y se centra en retratar la vida personal de ellos. La serie parte de la premisa de que la corrupción hace un gran mal a las instituciones y cuestiona los comportamientos corruptos dentro de un sistema, pero se olvida de cuestionar el sistema en sí mismo. Estamos otra vez a vueltas con las manzanas podridas...La violencia es una opción: La escena del desahucio en una corrala de Lavapiés.La escena clave de la serie transcurre en el primer capítulo y muestra cómo una unidad de antidisturbios es mandada por orden de un juez a desahuciar a una familia por un impago del alquiler. Cuando llegan, un gran número de personas de una plataforma antidesahucios se interpone en su camino. Debido a una cadena de circunstancias ocurre un grave incidente en el que acaba muriendo uno de los vecinos, inmigrante senegalés, que trató de mediar en la actuación.La serie deja entrever que la actuación de las U.I.P. en el desahucio fue mal ejecutada por falta de medios o por mala praxis de los integrantes del operativo, además forzada por un alto mando corrupto con intereses económicos de por medio.En la escena en cuestión los antidisturbios deciden arrinconar a unos manifestantes en un espacio reducido y cargar contra ellos excusándose en una provocación. Aparte de que interese o no a la trama, sabemos que arrinconar a alguien no es buena idea, siempre es necesaria una válvula de escape ya que las reacciones desesperadas de las personas son tremendamente imprevisibles, y generalmente llevan a una acción violenta.Kettling.Kettling es una táctica de control de multitudes, frecuentemente utilizada por la policía británica ( y usada en España bastante durante el 15M por cierto), que consiste en acorralar o acordonar una zona inadvertidamente de forma que los manifestantes no se den cuenta hasta que queden atrapados y no puedan salir. Luego se les mantiene encerrados el tiempo que ellos consideren, sin importar que uno esté el primero en la protesta o que de casualidad pasara por allí. De esa manera pueden contener grupos o realizar detenciones.Esta situación genera gran tensión y ansiedad a las personas atrapadas entre la multitud. Una kettle es un aparato doméstico que se usa para hervir el agua, y esta técnica puede llevar los ánimos de la multitud a su punto de ebullición. Porque aunque los manifestantes decidan dispersarse y marcharse o terminar la protesta, están siendo arrinconados contra su voluntad generando una grave tensión. En teoría sólo se trata de una táctica de contención, que la desesperación de los manifestantes les lleve al desánimo y al fin de la protesta, pero la realidad es que con tal de que haya sólo un pequeño grupo de impacientes dentro que quieran salir ya puede existir una confrontación, y en lugar de reducir los ánimos puede escalar el conflicto.Esta es una táctica, no es tal vez lo que muestra la serie, pero es una táctica entre tantas, que busca un objetivo. Y hago hincapié en este asunto porque creo que lo que la serie omite es precisamente la hipótesis de la acción deliberada de la violencia por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.
Hace poco leía este ¿Y si España perdiese 10 millones de habitantes?en menéame que planteaba la hipótesis de que una reducción en la población haría mejorar las condiciones de vida de las personas y del medio ambiente.En los comentarios se debatían propuestas para llevar a cabo control de natalidad e inmigración, reparto y ordenación del territorio, entre otras. Muchas de las propuestas y el propio concepto del artículo se basan en la idea de poder: controlar, regular, ordenar.No trato aquí de rebatir el artículo, ni siquiera sobre la idea del mismo, de eso tengo mi propia opinión. Tampoco se trata contradecir la eficacia de la regulación con medidas concretas contra problemas concretos, o de si una idea es buena o mala, sino algo que veo subyace en el fondo de estas ambiciosas iniciativas, y es la creencia de que propuestas de control produzcan el efecto deseado.Tenemos la sensación de que si pudiéramos tener el poder absoluto para moldear a la civilización, a modo primero de un Dios creador y después de un dictador benevolente, seríamos capaces de crear una sociedad perfecta, o en su defecto, una sociedad más o menos equilibrada. Pero no es así. Si tuviéramos tal poder no tendríamos más que la ilusión del control, porque la realidad es que tanto el individuo como el grupo responden a patrones imprevisibles que están fuera de nuestro alcance, y en última instancia tienen las mismas aspiraciones que su creador, con pugnas por remodelar la arquitectura del sistema.Cuando tienes un hijo o hija piensas en primera instancia que es algo tuyo, que te pertenece y que podrás formarlo y cultivarlo para que sea alguien de cual o tal manera y que cumpla un cierto rol prediseñado por ti, hasta que con el tiempo te das cuenta de que esa persona es un ser en sí mismo que no pertenece a nadie y que actuará y pensará autónomamente, probablemente con la aspiración de construir su propio sistema, en el cual tener a su vez un hijo/a a quién moldear.Existen mil y una variables que nunca vamos a poder predecir creando un sistema, y a medida que éste se implemente inevitablemente lo tendremos que ir parcheando como si la actualización de un software se tratase. Porque al final el sistema lo construyen los usuarios, al igual que la ciudad es de sus ciudadanos, la cultura de quienes la crean y la política de los que la ejercen, no de un solo arquitecto.Matrix se planteó con unas expectativas pero fracasó varias veces, y la siguiente también flocererá, fracasará y se reinventará, pero todos nuestros grandes planes de creación y control son mera ilusión.Si no, que le pregunten al señor Hammond: https://www.youtube.com/watch?v=uTFzctzyAUA “¿Cómo podemos tener la más remota idea de lo que cabe esperar?”
...o la sutil propaganda anti Bernie Sanders de Netflix.Hace poco vi la serie de Netflix “Space force”, de Steve Carrel, que se estrenó este año. Se trata de una entretenida comedia que tiene como protagonista al general Naird, un militar de alto rango a quien encomiendan la misión de crear una nueva división del ejército para el espacio exterior (Space Force). Le dotan de un enorme presupuesto y ponen bajo su mando a los mejores ingenieros y científicos del país junto a un equipo de soldados totalmente incompetentes.La serie pone como contraste la razón y sensatez de los científicos contra los negacionistas y la fuerza bruta e ignorancia de los altos mandos de la clase militar y política (incluido el propio Naird). Aunque es en tono de comedia, también tiene sus dosis de propaganda patriótica y del orden mundial de fondo, y por momentos no está claro hacia donde se dirige su discurso. Pero me interesa realmente otro aspecto que veo más sutil. Esos pequeños detalles aparentemente inocuos, alejados de las campañas mediáticas más explícitas contra los movimientos progresistas, que se disfrazan como ellos pero que inadvertidamente dejan caer un mensaje en contra. En este caso contra el movimiento que representa Bernie Sanders.El caso Ocasio-CortézUno de los personajes secundarios de la serie es una joven y combativa congresista latina que forma parte del comité del congreso que evalúa y audita el programa Space Force. El personaje se llama Anabela Ysidro-Campos, con las iniciales AYC, en clara referencia a Alexandria Ocasio-Cortez, o AOC, una congresista de la rama más progresista y más a la izquierda del partido demócrata. La Alexandria real ha ganado mucha notoriedad en Estados Unidos en los últimos años gracias a su inesperada elección para el congreso y por sus intervenciones en él, caracterizadas siempre por su fuerte defensa de los derechos sociales y en especial de la sanidad universal y gratuita, el “medicare for all”.Este año, en un acto de campaña a favor de Sanders para la candidatura a la presidencia, Ocasio-Cortez puso en cuestión que un país como Estados Unidos pudiera permitirse invertir tanto dinero en programas de Defensa, pero no fuera capaz de sufragar la sanidad para sus ciudadanos.
Hace poco vi la última temporada de la serie de Movistar “Mira lo que has hecho”, que se estrenó hace unos meses. Una serie creada y dirigida por Berto Romero.La serie es muy divertida y tiene momentos memorables. Sin embargo el último capítulo que cierra la serie me dejó un regusto amargo. Me pareció que había un trasfondo propagandístico disfrazado de crítica política.La trama de esta última temporada gira en torno a la intolerancia de sectores de la sociedad hacia el humor en la ficción televisiva y el sensacionalismo de los medios de comunicación para sacar algo de contexto, demonizarlo e incluso judicializarlo.Parecería un crítica política hacia casos como el de los titiriteros, perseguidos y encarcelados por una ficción teatral o por tuiteros, raperos y músicos, perseguidos y condenados por ácidas críticas políticas o chistes sobre los intocables. Pero no es así, se queda en la superficie, incluso desvía el verdadero debate de fondo.La escena de la discordiaLa escena en la que culmina toda la trama describe la última parada del humorista en su periplo judicial y mediático debido a un chiste que hizo su personaje (representado por sí mismo) en una ficción televisiva. En esta escena, él acude invitado a un plató de televisión de tertulia, en hora de máxima audiencia, para intentar explicar a la sociedad el por qué de todo el absurdo y hablar sobre sus intenciones como creador de ficción. Pero pronto se ve rodeado de cuatro tertulianos a los que se suma la presentadora, que sólo quieren carnaza para aumentar el audímetro y seguir llevando el asunto al extremo y terminar de destrozar al humorista.Pues bien, esos tertulianos responden a estereotipos de lo peor de cada casta política y periodística, algunos prácticamente caricaturas de personajes reales. Tenemos a un político cocainómano, a una periodista de algún tabloide o de revista de corazón barata, etc. Y a un lado tenemos a un tipo que parece que va de progre, asumimos que del espectro de la izquierda, y que en todo momento habla gritando por encima de los demás y termina cada frase con alguna consigna, a modo de crítica social. Todos ellos por supuesto muy maleducados y estúpidos, él incluido. En un momento dado, una de las tertulianas, en un primer plano, le recrimina “¿Tú pides coherencia? ¿Tú, que cuando eras diputado de Podemos tenías una trabajadora de la limpieza que cobraba en negro?”(sic).Al final el protagonista se marcha del plató andando lentamente mientras el grupo sigue despotricando y peleándose entre ellos a ver quién grita más alto.Pues bien, en esta parodia y a lo largo de toda la escena no se dice de ningún personaje su afiliación política, excepto la de este personaje, que se hace bien explícita en un primer plano.La asociación es clara: todos son iguales, y los de Podemos van de progres soltando consignas pero en realidad son unos ladrones y unos maleducados y descerebrados sin educación ni cultura, como todos. Y por si no quedara claro a quién nos referimos, vamos a subrayarlo diciendo bien claro su nombre. A los demás no nos referiremos directamente no vaya a ser que nos demanden. Ah no, que son los que nos pagan...En fin, para mí, una decepción que sólo engrasa más la máquina del fango. Con Podemos parece que vale todo. Precisamente la gente de Podemos que acude a tertulias de televisión son la excepción a la norma, son de los pocos que hablan con educación y sin interrumpir y de los pocos que responden a un movimiento que está detrás que es real y no de cartón piedra como los demás. Y no mencionar ya el ataque constante por tierra, mar y aire difamando que son unos corruptos sin ninguna prueba.Acoso y derribo. Campaña política y mediática hasta en la sopa. ¿También en la serie de Berto? Sí, también.Por lo demás, una serie muy entretenida y disfrutable.
¿Es que nadie se ha dado cuenta de la desgracia de televisión pública que tenemos que soportar?A nivel técnico y profesional de los trabajadores de la casa no le pongo ni una pega. Hablo aquí principalmente del contenido político-informativo, aunque la verdad es que es extensible al resto de la programación.Concursos y programas que compiten con la bazofia sensacionalista de las cadenas privadas. Informativos con tertulianos pagados por el partido o periódico de turno día sí y día también infestando los platós de la mañana (ex desayunos) de TVE1 y debates del canal 24 horas con las mismas o peores caras, día tras día. Lo más carca, trasnochado y pasado de vueltas de cada casa. Todos con una opinión siempre conservadora ultra casposa, machacando constantemente con sus consignas, hora tras hora, opinantes profesionales y todólogos rancios. Y ya no hablo de los presentadores, que son a su vez opinantes con el mismo sesgo.Es detestable, pones La 1 y es terrible, el canal 24 horas es para vomitar, y La 2 a duras penas resiste el embate. Pero amigos... ¿han escuchado la radio por las mañanas? Infumable.Se cargan nuestra radio y televisión en nuestras narices y nadie dice nada.
TVE emite una serie sobre el asesinato del almirante, ocurrido el 20 de diciembre de 1973. La figura de quien fuera presidente del Gobierno con Franco aparece desdibujada