Hay precios astronómicos que la mayoría de los mortales no pueden permitirse pagar. Pero Orchidya London, una floristería londinense, asegura que tienen clientes dispuestos a comprar este ramo compuesto por 999 rosas, por el "módico precio" de unos 5.600 euros, más el envío. De hecho, afirman que no han inflado el precio de las rosas de clase A+ y que este ni siquiera es el ramo más caro que se ha vendido. En 2016, Arena Flowers vendió un ramo de 1.000 rosas por poco más de 10.000 euros.

El sueño se transformó en una pesadilla para Tanner Broadwell y Nikki Walsh, una pareja de Colorado, en Estados Unidos, quienes vendieron todas sus pertenencias y dejaron sus respectivos trabajos para hacer realidad su gran sueño: desconectarse y dar la vuelta al mundo en barco. Sin embargo, al segundo día de travesía el barco se hundió y apenas pudieron rescatar nada.

Parece que las carreteras van en diferentes direcciones, pero en realidad son la misma foto, aunque nuestro cerebro nos hace pensar que las imágenes han sido tomadas desde distintas perspectivas.

Una nueva investigación realizada en la Universidad de Queensland ha descubierto que la anestesia no sólo suspende temporalmente la conciencia y la sensibilidad al dolor, sino que también altera la comunicación entre neuronas, por lo que podría afectar especialmente a colectivos más vulnerables como los niños y las personas con Alzheimer o Parkinson.

Un estudio realizado en la Universidad de Chukyo, en Japón, ha descubierto una nueva ilusión óptica denominada “ceguera a la curvatura” que podría revelar detalles interesantes sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.

Un youtuber de Nueva York estaba buscando la manera de lograr que la tecnología beneficiara realmente a todos. Se le ocurrió utilizar Amazon Prime para ayudar a las personas sin hogar. Un detalle que va más allá de tirar unas monedas y alejarse caminando apresuradamente.

En una sociedad donde el silencio prácticamente se ha vuelto un lujo y hasta reclamo publicitario símbolo de estatus y poder, diferentes investigaciones nos muestran por qué nuestro cerebro necesita el silencio y la tranquilidad.

Mover un pie mientras estamos sentados, pasarse la mano por el pelo, morderse las uñas, crujirse los dedos, suspirar, resoplar, carraspear… La mayoría de las conductas repetitivas que llevamos a cabo como adultos tienen su origen en la infancia, debido a que el cerebro inmaduro, incapaz de reconocer y procesar las emociones, recurre a la actividad motora para lidiar con las situaciones estresantes.

Un estudio realizado en la Universidad de Lovaina ha demostrado que las emociones no son tan pasajeras como se creía, su impacto puede extenderse a lo largo del tiempo. Al comparar diferentes estados emocionales, descubrieron que la vergüenza, el asco y el miedo son las emociones más pasajeras pero otras pueden durar hasta 240 veces más.

Hablar dos idiomas puede cambiar el cerebro. Neurocientíficos del Georgetown University Medical Center han comprobado que las personas bilingües tienen más materia gris en los lóbulos frontales y parietales, las zonas del cerebro involucradas en el control ejecutivo. Esto no solo les permite ser más eficaces en la multitarea ya que pueden conectarse y desconectarse rápidamente de diferentes actividades sino que también les aporta flexibilidad y una mayor capacidad de adaptación ante los cambios inesperados.

Suponemos que votamos de manera racional, pero en realidad la mayoría de las campañas electorales están diseñadas para hacer diana en los aspectos emocionales. En los últimos tiempos y en diferentes partes del mundo, algunos grupos políticos están apostando por amplificar sentimientos básicos que pueden llegar a ser muy peligrosos, como el miedo, la ira y la frustración.

Las descripciones que muchos textos antiguos hacen de los colores es, cuanto menos, extraña. Al analizarlos con mayor profundidad, los filólogos se dieron cuenta de que en la Antigüedad no existía una palabra para denominar el color azul. ¿Significa eso que aquellas personas no lo podían distinguir? Un curioso experimento realizado por investigadores de la Universidad de Londres en una tribu de Namibia, donde tampoco tienen un vocablo para designar el azul, brinda la respuesta.

Existen diferentes tipos de burócratas: el burócrata miope, que no es aquel que usa gafas sino la típica persona que está programada solo para poner un sello, o el burócrata escurridizo, que intenta echarle la culpa a cualquiera con tal de no asumir el error que cometió... El artículo es una ventana a la Psicología de la Burocracia en clave de humor. Y como colofón, indica cómo manejar cada una de estas situaciones, preferentemente sin morir en el intento.