Mi familia tiene olivos y la vida de mis abuelos y de gran parte de mis tíos y primos siempre ha girado en torno a estos árboles que (dicen) plantó mi tatarabuelo hace unos 150 años. No os voy a aburrir con el típico artículo de “el campo está muy mal” porque hay otros más informados que yo al respecto, sino que os voy a contar lo que he aprendido sobre los usos que se daban en la antigua Roma a este aceite (“el oro líquido” que nos intentan vender en las campañas institucionales).Si empezamos por las fuentes escritas de aquella época (que Los sangrientos idus de marzo
Daredevil es ciego, pero en realidad ve a su manera. El Profesor X es parapléjico, pero su mente es libre de moverse por donde quiera y escapar así de la silla de ruedas. Son los dos superhéroes discapacitados más conocidos y casi los únicos en el cine y la televisión. Ambos, por mucho que nos gusten, hacen trampa
De toda la vida ha vendido mucho un libro (o una peli) cuando te dicen que está “basada en hechos reales”. La cosa es que en ocasiones es difícil separar la realidad de lo inventado, por muy disparatado que sea. Y por ejemplo el caso de la vida de Carl Friedrich Freiherr (barón) von Münchhausen es paradigmático, ya que el libro que escribió sobre él Gottfried August Bürger sobre sus aventuras ha ensombrecido cualquier referencia que tuviéramos de su persona. Veamos qué sabemos seguro. Sabemos que nació en 1720 a pocos kilómetros de Hamelín, en Bodenwerder (región de Hannover) y que a los 13 años comienza su entrenamiento militar en el cuerpo de coraceros según las costumbres de la época. Cuando cumple 20 años se alista en el ejército ruso y lucha contra los turcos en Riga (esto era porque era medio pariente de la zarina, si no a qué se va a meter en ese fregao si ni le va ni le viene y además le pilla un poco a trasmano). Hay informes sobre el comportamiento del barón que señalan que era un hombre valeroso y que, sumado a que sabía leer y escribir, logró ascender a capitán. Münchhausen aprovechó la tesitura para casarse con la hija de un terrateniente letón y en 1750 dice que ya ha guerreado bastante y que se vuelve a su Bodenwerder natal donde ya sabe en qué canal está sintonizada cada cadena y que allá los turcos y los rusos con sus movidas.Un barón monologuista
Es cuando vuelve a Alemania cuando salta a la fama
como monologuista. Era muy aficionado a la caza (sobre todo del pato pero no hacía ascos a otras piezas si tenían a bien cruzarse en su camino) y con frecuencia acababa las cacerías con banquetes. El barón de Münchhausen aprovechaba la sobremesa para fardar, ya que, aunque de noble corazón era un poco fantasma (vaya lo habitual entre nobles cazadores de la época).La diferencia con otros nobles era que el barón era muy ingenioso y pronto su fama se extendió por la región de Hannover, donde presentó un par de programas de Saturday Night Live donde eran muy aclamadas sus imitaciones del rey Federico. Las historias del barón de Münchhausen corrían de boca en boca y volaron fuera de Alemania. El libro de las aventuras del barónEl libro Baron Münchhausen’s Narrative of his marvelous travels and campaigns in Russia con doce de sus historias se publicó de manera anónima en Londres entre 1781 y 1783, aunque después Rudolf Erich Raspe se lo atribuyó. Raspe en realidad era compatriota del barón y había vivido unos años en la zona de Hannover (y sin embargo no se ha confirmado si participó en alguna de sus veladas).Cuando se enteró Münchhausen de la publicación del libro se sintió muy ofendido, ya que el barón literario era un mentiroso compulsivo
(al contrario que él que podía dejarlo cuando quisiera) y quedaba fatal a ojos del lector. No obstante, le esperaba un nuevo hachazo ya que en 1786 se publica la novela más conocida sobre sus aventuras firmada por Gottfried August Bürger que aúna las historias del barón con cuentos tradicionales y satíricos en un pastiche irresistible para los tertulianos de Sálvame que se lanzaron a despedazarlo.Es en el Münchhausen de Bürger donde tenemos la imagen icónica del barón cabalgando una bala de cañón, así como la historia del collar de patos que se hizo y con el que salió volando hasta su casa. Estos relatos tienen influencia desde los cuentos europeos, pasando por las Mil y una noches o incluso historias cortas de Cervantes.Las historias del barón de Münchhausen no han dejado de reeditarse desde su publicación, y muchas veces censuradas al ser considerado un relato para niños. Hay varias películas y obras de teatro que tratan el tema y hoy en día depende de la versión que leas, en vez de un mentiroso muy ocurrente se nos presenta al barón como un pobre loco.En 1951 el médico británico Richard Asher se inspiró en las aventuras del barón para denominar al “síndrome de Münchhausen”, un trastorno que lleva a algunas personas a imaginar enfermedades que no padecen. En su época Asher fue muy criticado por ponerle el nombre a este síndrome pero hoy en día está aceptado por toda la comunidad médica.¿Qué fue del barón después de su libro? Antes de morir, a Carl Friedrich von Münchhausen le dio tiempo a casarse con otra señora (cuando se quedó viudo él tenía 70 años y pensó que todavía le daba tiempo a algún meneo) que por lo visto le salió rana. Se divorciaron (él alegaba problemas de cuernos por parte de la moza) y la segunda esposa le exprimió hasta casi dejarle en la ruina. En 1797 fallece a los 87 años en la misma casa en la que nació, que fue de las pocas cosas que conservaba tras el divorcio y el escándalo.Si queréis saber más del barón, os recomiendo los libros de sus aventuras de Gottfried Bürger y el de Rudolf Raspe, pero sobre todo el primero. Bueno y la peli de Terry Gilliam que me hace mucha gracia.Imágenes 1, 2, 3
Entre los siglos IX y XI se popularizó en el norte de Europa y en Escandinavia un tipo de espada con una marca de fábrica que le confería un símbolo de calidad, tanto al acero con que estaba hecha como su origen. Se las denomina espadas Ulfberht porque todas llevan la inscripción +VLFBERHT+ o variantes de la misma, un nombre franco utilizado quizá al principio por un solo fabricante, que luego se perpetuó como marca de calidad.
Mike Godwin en Twitter: "Por favor, comparad a estos cabezamierdas con los nazis. Una y otra vez. Estoy con vosotros"
Uno de mis pasatiempos favoritos es perder el tiempo viendo publicaciones antiguas en el archivo de la Biblioteca Nacional. Esta semana me he estado leyendo algunos números de La última moda, una revista femenina que se publicó entre 1890 y 1921. Hojeándola, veo que no hemos avanzado mucho con respecto a las publicaciones femeninas actuales, pero me parece que puede ser divertido ver las motos que nos vendían hace cien años. Como en la actualidad, la portada de estas publicaciones también estaba dominada por una gran imagen que adelanta el artículo más destacado de la revista. En este caso, los distintos trajes cuya confección se puede leer en su interior. También hay un pequeño sumario (lo vais a ver en minúsculo sobre la ilustración) con los artículos más destacados. Y por supuesto también incluye el precio. Como se vendía en España y en América, había que hacer la distinción, ya que los segundos llevaban añadido el transporte, y además había que traducir el precio a las monedas de cada lugar (incluyendo Filipinas ya que en este número aún formaba parte de nuestras colonias). Como aún estamos en una época en la que la ropa se elabora en casa o en las modistas tenemos artículos a fondo en los que cuentan paso a paso cómo elaborar cada prenda y cuándo dicta la etiqueta que hay que llevarlas. En este reportaje se ensalzan a los cazadores que proveen de pieles, a los soldados que parten a lugares lejanos en busca de sedas y por supuesto a las modistas que cosen, haciendo de la moda un arte más allá de la frivolidad.Hay a continuación una sección llamada “Carnet de moda” en la que se explican las “novedades textiles” de la época junto con la opinión de la redactora con respecto a algunas de ellas. En el número que os he enlazado al principio, habla de los sombreros pequeñitos y de que las pieles se llevarán en el gélido invierno de 1890 (incluso para las descocadas que hayan optado por abrigos de paño):
A continuación, se pasa a la descripción detallada de todos los trajes que aparecen en la portada. En este caso son bastantes pero por lo general aparece una o dos mujeres con epígrafes tan fascinantes como: “Trajes y sombreros para el luto”, “Traje para paseo en carruaje” o “Trajes para visita y trajes para recibir” En la mayoría de los casos se menciona una y otra vez la moda de París, porque las parisinas eran las influencers del XIX.La revista no sólo explica cómo se debe elaborar cada prenda de las indicadas en la portada (con el tejido, el color y los adornos que lleva, que no eran pocos) sino que también detalla los complementos sugeridos para cada ocasión. Si os puedo ser sincera, me quedo con este abanico con impertinentes que me ha robado el corazón:
También había lugar para una novela serializada, que siempre se quedaba en el cliffhanger. Ya sabéis que en el siglo XIX tener novelas serializadas en cada publicación era casi obligatorio, y en ocasiones se variaba la trama en función de las preferencias de los lectores (que les hacían llegar sus opiniones a los medios de manera muy vehemente, incluso).
En la sección de “Vida social” se explicaban temas de etiqueta elementales, así como usos y costumbres que me niego a pensar que no estuvieran ya arraigados en la sociedad (verbigracia el ejemplo que os pongo arriba). Recordemos que estamos en el siglo XIX así que no encontraréis nada de irse de fiesta con las amigas ni maniobras para complacer a tu pareja en la cama, así que no os extrañéis del tono moralizante del reportaje.ConsultoriosLa Última Moda también incluye un consultorio de salud atendido por un (supuesto) médico. En el número que nos ocupa le preguntan acerca de las mejores formas de teñirse el pelo y deduzco que no había productos en el mercado que sirvieran a tal menester, por lo que había que sacar el Quimicefa para ponerte a hacer mejunjes. Por si os da curiosidad:
Hay más adelante en la revista otro consultorio en el que se agrupan varias misivas que habían llegado a la redacción. Este es muy curioso porque se van despachando las respuestas sin mencionar la pregunta, sino tan solo el nombre de la mujer que expresa sus dudas, y la mayoría tienen que ver con relaciones de amistad o con consultas sobre la marcha de la revista. Y leyéndolas vemos que las lectoras se ponían nerviosas si no obtenían respuesta en el siguiente número.Para terminar, me ha hecho mucha gracia la sección “Crónica triste” en la que se repasan los nombres de las personas que no pagan la suscripción (deduzco que son como kioscos o distribuidores). Y señalando que las señoras no deben suscribirse con ellos porque corren el peligro de quedarse sin sus revistas.La última media página consiste en publicidad, y los productos que se anuncian en La Última Moda son al final ancestros de los que encontramos ahora en revistas femeninas: cremas antiarrugas, hidratantes, y cremas depilatorias. Vaya, más o menos como ahora.
Visto desde un mundo en el que el twerking, el raggeton y la lambada ya no escandalizan a nadie, me muero de risa al leer por aquí que el vals solía estar mal visto en la sociedad del siglo XVIII y XIX porque se prestaba a rozamientos y procacidades. Este baile, que conquistó Europa desde su Tirol natal y hoy se asocia con bodas y otros ritos más o menos aburridos, comenzó su andadura como una danza atrevida e inmoral que se extendió como la pólvora sobre todo entre los jóvenes que veían en él una oportunidad de bailar bien arrimados y a su bola, lejos de las imposiciones del minué en el que todo estaba medido (y solo podían sujetarse de la mano guardando las distancias).Este baile tiene origen tanto en el folklore tirolés como en la volte, una danza que se practicaba en Francia durante el siglo XIV y que también tenía un ritmo de ¾. Las clases populares son las primeras que adoptaron esta danza que permitía a las parejas estar a pocos centímetros de distancia, entrelazarse (cosa por supuesto prohibidísima hasta ese momento, no fueran a pensar que la mujer era una fresca
o se quedara preñada del abrazo) y a elegir sus propias coreografías siempre que siguieran el ritmo.El vals en la literaturaNo soy yo la que dice que este baile estaba prohibido en los salones más selectos. El Oxford Dictionary de 1815 consideraba el vals una danza inmoral, “desenfrenada e indecente” y fue denostado por gente de moral intachable como Lord Byron en sus escritos. Es posible que los ingleses se tomaran muy a la tremenda este nuevo baile, pero no pudieron hacer nada frente a su poder hipnotizante que puso a todo el continente a bailar a su ritmo (y de hecho para finales de siglo la mismísima reina Victoria era reconocida como una gran bailarina de vals).En la zona alemana, un Goethe treintañero ya le dedicó unas líneas en una escena de “Las penas del joven Werther”
en la parte que no eran penas promoviendo su baile con las palabras: “cuando llegamos al vals comenzamos a dar vueltas unos alrededor de otros, como si fuéramos esferas (...) Tener en mis brazos aquella amable criatura, volar con ella como una exhalación, perder de vista todo lo que me rodeaba…”. El libro se convirtió en un best seller dejando a su paso una estela de suicidios y de jovenzuelos curiosos por conocer el baile que te dejaba arrimarle la cebolleta a la moza de turno. En 1833 un manual inglés desaconseja encarecidamente que las mujeres solteras bailaran el vals por ser “demasiado inmoral para ser bailado por señoritas”. Hay muchas personas que clamaron en contra del vals, como Madame de Genlis, institutriz del futuro rey de Francia, que afirma que bailarlo “no puede impedir que su corazón lata desaforadamente” y que cualquier señorita que lo baile será conquistada al momento por su compañero de danza.Las salas de baile, las aliadas del valsEn 1759 se funda en Londres la primera sala de baile, Carlisle House. Esta sala funciona como un club exclusivo en el que se puede cenar, jugar a las cartas, escuchar música y bailar y pronto cundió el ejemplo en otras capitales europeas dado su éxito. En Viena triunfaron el Sperl y la Sala Apolo y se convirtió en el place to be de los jóvenes, que acudían a escuchar a los músicos que allí se prodigaban, como Johann Strausss Padre (1804-1849), Josef Lanner (1804-1849) y Johann Strauss Hijo (1825-1899), que fue el autor del hitazo del año 1867: el Danubio Azul. Esta melodía, que al principio no tuvo mucho éxito en Viena, fue exaltada en París que era donde vivían los influencers de la época y de ahí se contagió por todo el continente la fiebre de escucharlo y bailarlo, a lomos del casi millón de ejemplares de la partitura que se imprimieron tras su gira triunfal por la Exposición Universal parisina y los conciertos que dio más tarde en el Covent Garden.Finalmente toda Europa se rindió al vals y a finales del XIX ya se bailaba incluso en las casas reales y en los salones de la nobleza. Conforme avanza la centuria el vals deja de ser considerado un baile libidinoso y conquista los salones de baile de la alta sociedad hasta convertirse en lo que es hoy en día: eso que bailas el día de tu boda casi porque es obligatorio. ¡Y uno de los bises más esperados del concierto de Año Nuevo
aunque yo soy más de la marcha Radetzky!Fuentes: 1, 2
Uno de los personajes que lo ha tenido siempre más difícil a la hora de ganarse al fandom de "Juego de tronos" es Sansa Stark. La hija mayor de Ned y Catelyn empieza la serie (y los libros) como una niña inocente y tonta, una niña que todavía cree en historias de princesas y caballeros, que asume que las canciones sobre gestas heroicas son todas reales y que sueña con casarse con Joffrey porque así, cuando sea mayor, será reina.